Sobre el Estado de la isla
El enfoque de Francisco Pomares
Rosa Dávila se presentó en el Debate del Estado de la Isla tal y como es ella: con una mezcla de convicción y candidez, como quien cree sinceramente que gobernar consiste, básicamente, en leer en voz alta un catálogo de buenas intenciones. Tenerife progresa, nos dice la presidenta. Tenerife crece. Tenerife tiene un “gobierno imparable”. Tan imparable como los atascos de las autopistas, que ahí siguen, un año después de que la presidenta prometiera resolverlos en tres meses.
Su intervención de ayer fue una sucesión de anuncios donde cabía todo: un “Pacto por la Movilidad”, céntimos para parar los incendios forestales, un centenar de proyectos en marcha (escasamente explicados) y, como novedad estelar, eso de poner semáforos inteligentes en la autopista. Ni más ni menos. n fin, que la solución al problema de la movilidad ha sido el grial que persigue la presidenta tinerfeña. El drama es que la única solución real e inmediata al desastre de la TF-5 a las tres de la tarde pasa por conseguir que circulen menos coches. Y eso no se logra sin jugarse el pellejo en las elecciones. Dávila puede ser a veces un poco pánfila, pero de tonta no tiene un pelo: adoptar medidas restrictivas hacia el uso del automóvil es algo que los ciudadanos que conducen —la mayoría— no perdonarían nunca. Todo lo demás que se plantee para resolver el colapso circulatorio en la isla serán parches.
La presidenta anuncia cosas. Pero es preocupante que en esta isla, desde Adán Martín, no se evalúe nada. La política insular se ha convertido en una cadena de promesas diferidas, de medidas sin calendario y de balances inflados. Lo que hay es mucha fotografía y mucho relato, pero resultados, los justitos: los coches siguen parados en largas colas en las autopistas, los jóvenes pierden la esperanza de conseguir vivienda, los barrancos se nos llenan de basura, y los montes arden cada verano, esperando pacientemente un PowerPoint capaz de apagarlos. Tenerife necesita algo más que medidas para dentro de dos años. Necesita que alguien imagine la isla que nos hace falta.