Sobre el apagón de La Palma
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El enfoque de Francisco Pomares
La ministra Teresa Ribera ha declarado que el apagón que dejó sin suministro eléctrico a toda la isla de La Palma durante horas no tiene relación con las energías renovables, porque —según ella— “en ese momento prácticamente no había potencia renovable conectada a la red”. ¿Y? ¿Se supone que eso tranquiliza a alguien? ¿Qué tendrá que ver el culo con las témporas?
En Canarias no tenemos un problema con las renovables. Nuestro problema es precisamente con la generación en las centrales de nuestros seis sistemas eléctricos. Aquí no se trata de si el sol brilla o el viento sopla. El problema es que la red eléctrica en Canarias —y muy especialmente en las islas menores— es anticuado, frágil y vulnerable. Sistemas de generación de energía basados en los combustibles fósiles, con maquinaria obsoleta, décadas de retraso, mal mantenida, sin inversión suficiente y sin incentivos para renovarla. Lo que provoca los apagones no es la energía solar ni la eólica, sino un sistema que colapsa cada vez que se produce un fallo. Un fallo como el de hace unos días, que dejó sin electricidad a más de 80.000 personas y obligó a los hospitales a tirar de grupos electrógenos durante horas.
En lugar de asumir responsabilidades o dar explicaciones técnicas, el Gobierno recurre a sus reflejos comunicativos: lanzar tinta de calamar y culpar al pasado, al clima o a la oposición. Pero la verdad es mucho más incómoda: las eléctricas no invierten porque no tienen un marco legal claro, porque la burocracia es infernal. Y mientras tanto, cada fallo es una ruleta rusa. Esta vez fue La Palma. Mañana puede ser otra isla. Pero, eso sí, estemos contentos: no será culpa del viento.




