Sobre el cinco por ciento
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El enfoque de Francisco Pomares
La propuesta de elevar el gasto militar europeo al 5 por ciento del PIB no se basa en cálculos técnicos. Se le ocurrió a Trump —como podría habérsele ocurrido un 4 o un 27,3— y la OTAN hizo como que lo tomaba en serio. El secretario general, Mark Rutte, le dio forma con una fórmula más digerible: 3,5 más 1,5. Pero sigue siendo arbitraria.
Trump quiere que Europa gaste más, y si puede ser en armamento estadounidense, mejor. Él no es amigo de la OTAN ni de pagar nada que le cueste un dólar al contribuyente americano. Menos aún si EE.UU. tiene un déficit desbocado.
En ese contexto, Pedro Sánchez decidió oponerse formalmente al objetivo del 5 por ciento convirtiéndose en el único líder europeo en hacerlo. Envió una carta a Rutte pidiendo una exención, diciendo que ese gasto es “irrazonable y contraproducente”. Y tiene argumentos: España ya cumple los objetivos de capacidades, y subir al 5 por ciento impactaría en la deuda, la inflación y el gasto social. Hasta ahí, vale.
Pero el problema no es lo que dice, sino cómo lo dice y cuándo lo dice. Justo en la semana más delicada del escenario internacional, con EE.UU. bombardeando Irán, y con la OTAN intentando mantener cierta unidad, Sánchez decide marcar perfil propio. No para defender una estrategia nacional, sino para sobrevivir políticamente hasta 2027. Se alinea con el antiatlantismo de sus socios comunistas. Y eso en Bruselas y Washington, no se olvida. España no será sancionada por no comprometerse al gasto acepotado por todos del cinco por ciento. La OTAN funciona por consenso, y cada Estado asume lo que quiere asumir. Pero la imagen que queda es la de un aliado poco fiable.
Sánchez ha ganado tiempo, no autoridad. El jueves firmó el documento final apoyando un gasto del cinco por ciento, como hicieron todos, y este fin de semana ha escenificado un acuerdo que lo deja fuera. Es el penúltimo conejo que logra sacar de su chistera.




