Conducir con calor extremo dentro del coche equivale a hacerlo con una copa de más
Puede suponer el no percibir un 20% de las señales de tráfico y poder cometer un 35% de errores graves que en condiciones normales no ocurrirían
Conducir con calor extremo dentro del coche equivale a hacerlo con una copa de más / rolfo
Las Palmas de Gran Canaria
Dentro de un coche cerrado en pleno verano, el tiempo se ralentiza y el aire se espesa. La temperatura puede superar los 35 grados en apenas unos minutos, creando un pequeño invernadero móvil que muchos subestiman. Sin embargo, conducir en esas condiciones no es solo incómodo; es peligroso. Tanto que los expertos lo comparan con hacerlo bajo los efectos del alcohol, como afirma Manuel Ángel Galván, vicepresidente del Consejo de Colegios Oficiales Farmacéuticos de Canarias, en la presentación anual de recomendaciones ante los altos termómetros en los meses de verano.
Sí, como si hubieras bebido una copa de vino antes de ponerte al volante. Porque ese calor sofocante que se acumula en el interior de un vehículo puede afectar al conductor de forma similar a una tasa de alcohol en sangre de 0,5 gramos por litro. Una equivalencia que no es simbólica, sino medible: la reacción se ralentiza, la atención disminuye, el cuerpo se fatiga. Es una forma de embriaguez sin botella. "No controlar la hidratación y el calor al subirnos a un vehículo, puede suponer un gran peligro", sostiene Galván.
En esas condiciones, la mente se vuelve perezosa. Se calcula que el conductor deja de percibir uno de cada cinco estímulos visuales: señales que pasan desapercibidas, peatones que no se ven, cambios de semáforo que llegan tarde a la conciencia. Como si la carretera se difuminara en una bruma térmica. A eso se suma otro dato aún más inquietante: el riesgo de cometer errores graves aumenta hasta en un 35%. Fallos de cálculo, despistes, maniobras precipitadas… lo suficiente como para convertir un trayecto rutinario en un momento crítico.
Lo que en apariencia parece un pequeño sacrificio —aguantar el calor unos minutos, abrir las ventanas un poco más tarde— es, en realidad, un lastre invisible. Conducir con el cuerpo deshidratado, la frente empapada y los músculos tensos por la incomodidad es conducir con los sentidos a medio gas.
El volante en verano exige algo más que atención: exige conciencia. No basta con revisar la presión de los neumáticos o comprobar los frenos. Hay que mirar también al interior, ese pequeño ecosistema de plástico, metal y cristal que puede volverse hostil en un abrir y cerrar de puertas.
Porque al final, la temperatura también es una cuestión de seguridad vial. Y si conducir bajo los efectos del alcohol es una temeridad, hacerlo en un horno sobre ruedas no debería parecernos mucho mejor.
Carlos Moreno
Periodista de informativos en la redacción de...Periodista de informativos en la redacción de la Cadena SER en Canarias. La radio es compañía, es inmediatez, es el latido de la actualidad en tiempo real. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.