Verano, cuerpos y ansiedad: cuando las vacaciones se vuelven una pesadilla
La ruptura de rutinas, las comidas fuera y la exposición del cuerpo generan un repunte de síntomas entre quienes sufren trastornos de la conducta alimentaria, según alerta la Asociación Gull Laségue

Lo importante no es cómo se ve un cuerpo en la playa, sino cómo se siente quien lo habita / OcusFocus

Las Palmas de Gran Canaria
Llega el verano. Vacaciones, playa y ocio. Cuerpos al sol, cuerpos que se enseñan, se comparan, se exponen. Para muchas personas es un tiempo de descanso, desconexión y disfrute, pero para quienes conviven con un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), puede ser todo lo contrario: un periodo de ansiedad, culpa y miedo.
La ruptura de rutinas, las comidas fuera de casa, la presión social por encajar en ciertos cánones físicos y la necesidad de mostrarse en ropa ligera o en bañador se convierten en auténticos desencadenantes de malestar. Así lo explica Vanessa Sosa Alemán, psicóloga especialista en Tratamiento Psicológico de la Obesidad y los Trastornos de Alimentación, de la Asociación Gull Laségue: “En verano se dispara la sensación de exposición. Hay más miradas, más fotos, más situaciones sociales centradas en el cuerpo y en la comida. Todo eso genera un fuerte impacto en las personas con TCA”.
Desde esta asociación, con años de experiencia en el acompañamiento a personas con anorexia, bulimia y otros trastornos relacionados con la alimentación, alertan de un aumento de síntomas durante los meses de calor. “Es una época especialmente sensible por la obsesión con el control corporal, la autoimagen y la alteración de las dinámicas habituales”, señalan.
Salir a comer con amigos, ponerse un bikini o convivir en familia pueden parecer actos cotidianos, pero en estos casos se transforman en retos cargados de tensión. Muchos pacientes experimentan un sentimiento de culpa constante, por comer, por no hacer suficiente ejercicio, o por no cumplir con la imagen corporal que impone la sociedad.
Por eso, desde Gull Laségue insisten en la necesidad de una preparación positiva ante el verano. Es fundamental, explican, mantener la continuidad del tratamiento terapéutico, aunque haya vacaciones, y favorecer el acompañamiento emocional por parte de las familias. “No se trata de evitar las situaciones, sino de prepararlas, hablarlas, adaptarlas. Que el entorno entienda lo que supone cada uno de esos pasos ayuda a prevenir recaídas”, explica Alemán.
Uno de los mayores retos de esta época es el aislamiento. Muchas personas con TCA evitan salir, se apartan de los planes sociales o se refugian en conductas compensatorias. “Pero la comida —recuerda la psicóloga— siempre está presente en los actos sociales, y aprender una forma distinta de afrontarlo, sin miedo ni vergüenza, es clave para poder vivir el verano sin sufrimiento”.
El mensaje que lanzan desde la Asociación es claro: el verano no tiene por qué convertirse en una trampa. Con apoyo, con comprensión y con herramientas terapéuticas, es posible disfrutar del descanso sin que el cuerpo se convierta en un enemigo. Porque lo importante no es cómo se ve un cuerpo en la playa, sino cómo se siente quien lo habita.

Carlos Moreno
Periodista de informativos en la redacción de la Cadena SER en Canarias. La radio es compañía, es inmediatez,...




