Las maestras del volcán construyendo la escuela utópica: el emotivo discurso de Antonio Rodríguez

Santa Cruz de La Palma

Antonio Rodríguez es profesor de psicología evolutiva y de la educación de la Universidad de La Laguna. Es uno de los impulsores del grupo de trabajo Emocrea-ULL que investiga el papel del aprendizaje de las emociones en las aulas. Gracias a su impulso, existe un espacio en clase para gestionar las emociones: la asignatura Emocrea. Lo que Antonio hace es una auténtica revolución para la humanidad. Ha estado trabajando con los peques del CEIP La Laguna desde hace meses y se deshace en halagos para las maestras que llevan meses trabajando con esas familias.

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La poderosa imagen del cole que paró el volcán

La lava del Tajogaite se detuvo justo al llegar al CEIP La Laguna, de un modo casi mágico. "Una imagen que para mí es tremendamente simbólica, pero igualmente dolorosa. Eso que ven ahí es lo que quedó del CEIP La Laguna, en los Llanos de Aridane, después de la crisis del volcán. Entró sin permiso por la cancela del colegio, arrasó el primer pabellón", explica Antonio Rodríguez en su conferencia durante las Jornadas de Salud Mental de la Escuela Preventiva de Tenerife y de la ESSSCAN del Gobierno de Canarias.

"Los niños y las niñas de ese cole mantienen el pensamiento mágico que su cole paró el volcán. Y les puedo asegurar que aunque haya sido no más que una circunstancia, una anécdota, después de haber estado acompañando a esa comunidad educativa durante ese proceso, el cole paró el volcán. El volcán que afloró en sus corazones cuando trágicamente el Tajogaite arrasó no solo el colegio, sino muchas de las casas de esos niños y niñas y de esas familias", sentencia Rodríguez.

Unos niños que saben gestionar sus emociones

Las maestras de este centro han enseñado a sus alumnos, desplazados en aulas modulares y barracones, a gestionar la pérdida. "Eso fue posible porque esas buenas maestras, desde infantil hasta sexto de primaria, trabajan que esos niños y niñas tengan herramientas e instrumentos para abordar competentemente su tristeza, su frustración, su miedo, su ira, todas esas emociones oscuras que nos sitúan en la penumbra, pero que tengo que abordarlas para poder orientarme hacia la luz", explica el investigador de la ULL.

"Los psicólogos y psicólogas clínicos que atendieron a esa comunidad educativa decían... cuando viene un niño o una niña de la Laguna yo sé quién es, porque ya viene con las herramientas para poder tratar con su herida emocional", revela. "Y eso es consecuencia de esas buenas maestras que se comprometieron a decir sí, estos niños tienen que aprender matemáticas, lengua, todo, sí, pero tienen que centrarse en lo esencial, ellas y ellos, y lo que sienten, y cómo abordar esa penumbra", concluye.

Esas maestras se comprometieron a decir: sí, estos niños tienen que aprender matemáticas, lengua, conocimiento del medio, pero también y sobre todo tienen que aprender a gestionar su dolor, su sufrimiento, su pena y su pérdida. Esos niños son ahora muy maduros, con instrumentos para abordar de manera competente su tristeza.