María de los Ángeles sí se lleva "El Gordo": se recupera de su segundo cáncer en tres años con el apoyo incondicional de su familia
Una última quimioterapia, una sorpresa familiar y una lección de vida que no entiende de décimos ni de premios

María de los Ángeles supera su segundo cáncer rodeada de su familia
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Las Palmas de Gran Canaria
Este miércoles fue un día de alegría repartida por toda la geografía del país, con el dinero obtenido por el sorteo de la lotería. La suerte volvió a sonreír con el sorteo extraordinario, también en Canarias, especialmente en el sur de Tenerife y en Gran Canaria, donde un quinto premio dejó celebración en la administración número 50 del Corte Inglés de 7 Palmas.
Pero a apenas unos metros de donde se repartía ese premio económico por la mañana, y unas horas más tarde, se vivió otro regalo muy distinto. Uno que no entiende de décimos ni de cifras, pero que vale infinitamente más. Un reunión familiar inolvidable.
María de los Ángeles Suárez Fleitas, de 44 años, acababa de salir del Hospital Doctor Negrín tras recibir su última sesión de quimioterapia del año. Tenía todavía la pulsera hospitalaria en la muñeca y llegaba sin saberlo a una sorpresa familiar en el centro comercial. La emoción era difícil de explicar después de meses de incertidumbre, miedo y lucha constante. Ella misma decía que "no se sabe nunca si se va a superar, la enfermedad es dura, pero se puede salir adelante si se mantiene una mentalidad fuerte".
No era su primera batalla. En menos de tres años ha tenido que enfrentarse a dos cánceres. Ya había superado un cáncer de cuello de útero detectado demasiado tarde tras una negligencia médica, un tumor que alcanzó un tamaño devastador, que la consumió físicamente en cuestión de meses y que la obligó a someterse a un tratamiento extremadamente agresivo. La enfermedad regresó poco después, esta vez en el tórax. Comenzó el tratamiento a finales de agosto y ayer, 22 de diciembre, cerraba por fin esa etapa con su última quimioterapia.
Mientras muchos celebraban premios millonarios, su familia celebraba algo mucho más grande, su vuelta a casa. Su hermano José no podía ocultar la felicidad, para él "el auténtico gordo había tocado en casa. Verla terminar la quimioterapia, verla seguir en pie, comprobar que no había dejado de luchar ni siquiera en el segundo cáncer, era motivo suficiente para sentirse profundamente agradecido". Por eso habían venido todos juntos, con camisetas conmemorativas, escritas por ellos mismos, para recordarle que es una guerrera.
José hablaba también del orgullo por la familia que son, una familia enorme y unida, que se ha sostenido mutuamente durante todo el proceso. Porque no solo ellos han sido apoyo para María, puesto que "ella también ha sido luz para todos los demás, incluso en los momentos más oscuros". Una relación de ida y vuelta en la que la fuerza ha circulado en ambas direcciones.
Esa misma sensación la compartía Irene, la hija de María. Para ella, no había mejor regalo de Navidad posible. Se sentía "feliz, muy feliz, pero sobre todo aliviada. Después de tanto tiempo viviendo en tensión constante, con la incertidumbre y el miedo siempre presentes, esta última quimioterapia suponía un respiro enorme". Una buena noticia que les ahora les permitía afrontar las fiestas con tranquilidad, centrados en lo único que realmente importa: la salud, poder estar bien y tener a su madre cada día con ellos.
María lo resumía con una claridad que emocionaba, "porque al final uno se da cuenta de que es millonario en afectos, mucho antes que en dinero. Tras 18 años trabajando, la enfermedad también le ha pasado factura en lo laboral, pero ni siquiera eso lograba empañar el momento. "El dinero no lo es todo", repetía, y su historia y su compañía era la mejor prueba.
A pesar de todo lo vivido, nunca perdió la fortaleza mental. Incluso, dice que "mi psicóloga se sorprendía de mi actitud, de esa capacidad para no amargarme y seguir adelante cuando la vida se te viene encima". Ahora, con una felicidad y sonrisas de oreja a oreja, sus deseos eran "comerme una buena hamburguesa, un crepe de chocolate con dos bolas de helado y la sensación de celebrar, por fin, la vida".
El mejor regalo de su día no fue el dinero ni los premios repartidos, sino encontrarse con esta escena de familia unida, celebrando la resistencia, fortaleza, el amor y la esperanza.




