La confesión de Aitor Sanz y uno de sus momentos más duros en el CD Tenerife: tres noches sin dormir antes de jugar un partido clave

Santa Cruz de Tenerife

“Esperamos que sea un año bonito, lleno de ilusiones y de esperanza”. Es el primero de los deseos que verbaliza Aitor Sanz Martín (San Agustín de Guadalix, 1984) en la entrevista que abre 2026 en Radio Club Tenerife.

El futbolista madrileño nos recibió en el césped del Heliodoro Rodríguez López, estadio que estos días conmemorará el centenario de su primer partido oficial, que tuvo lugar -cuando aún se le llamaba Stadium- el 3 de enero de 1926.

“Difícil definir qué significa para mí. Jugar aquí es un regalo, es un estadio que tiene un aura especial", cuenta sobre el coliseo capitalino.

Sus palabras

La llegada a la Isla. “Vine con mucho miedo porque ese año el Tenerife había hecho una gran temporada y tenía jugadores muy buenos en mi posición. Íñigo Ros era capital para el club y para el entrenador; y entendía ese contrato como una oportunidad, pero pensando en que el míster me podría dar unos pocos minutos… Tuve la opción de entrar por la desgracia de un compañero porque Íñigo se rompe un quinto metatarsiano en pretemporada. Empiezo jugar bien, luego salí fuera, volví a entrar, pero ya me sentí que podía ser partícipe y ya fui creyendo un poco más”,

Una confesión. “Yo no quería venir porque pensaba que no iba a jugar, pero también es verdad que estaba muy arraigado en Oviedo”.

Su adaptación a la Isla y sus inicios en el representativo. “Uno debe intentar adaptarse adonde va. ¿Qué cosa más bonita que empaparse de las culturas y las costumbres de donde uno está? Claro que me siento de San Agustín de Guadalix, y madrileño, pero también de los sitios donde he vivido”.

Sus hitos. “Tampoco le he dado mucha relevancia a los números; son datos que quedan ahí. Me quedo más con la experiencia vivida. Es algo fuer ade lo normal permanecer tantos años seguidos en un club. Me quedo más con el proceso, que con lo demás. Lo importante es el cariño de la gente”.

Superó una muy grave lesión que casi le retira. “La lesión es algo personal, una situación que a uno le llega y la tiene que pasar. Pero no te sientes responsable; en cambio, del descenso sí, porque sientes que has defraudado a toda la gente que se sienta aquí cada domingo. Es decepcionar a mucha afición que ha confiado en ti, y eso duele”.

Cómo se recuperó. “Me salvé porque optamos por un tratamiento conservador que implicaba tres sesiones de entrenamiento al día. Me puse tan fuerte, que luego pude soportar la operación. He pasado por otras lesiones, y al final es trabajo, trabajo y más trabajo; y por supuesto tener alrededor a una serie de profesionales que sepan lo que hacen. Es trabajo mío, pero también de los fisios, los readaptadores, y la suerte de encontrarme con Mikel”.

Soportar el dolor. “Muchas veces he jugado por encima del umbral del dolor que podía soportar. El día que volví contra el Castellón fue brutal. Fueron dos anestesias, una a la entrada y otra al descanso. Se me saltaban las lágrimas cada vez que tenía que darle el balón. Pero uno toma la decisión ir hacia delante y es una responsabilidad que uno asume como jugador de este club”.