La explosión que cambió Santander: 132 años del desastre del Machichaco

Santander

Este mes se cumplen 132 años de la explosión del vapor Cabo Machichaco, ocurrida el 3 de noviembre de 1893 en el muelle de Maliaño.

El incendio y posterior detonación de la carga —que incluía dinamita— convirtió el puerto y las calles cercanas en un escenario de devastación.

En la sección de Etnografía de A Vivir Cantabria, la antropóloga y científica del CSIC, Araceli González Vázquez, recuerda que “la explosión del Machichaco fue una auténtica catástrofe para la ciudad de Santander y para Cantabria por el número de víctimas mortales, de personas heridas y por el grado de destrucción que provocó en el casco urbano”.

El balance fue estremecedor: 590 muertos, cerca de 2.000 heridos y la destrucción casi total de las calles Méndez Núñez y Calderón de la Barca, además de viviendas próximas al puerto. “Cerca de 600 muertos en una época en la que los habitantes no son los de hoy en día”, subraya González Vázquez, recordando la magnitud del desastre en una ciudad mucho más pequeña que la actual.

Concha Espina y la calle perdida

Entre los espacios borrados por la explosión estaba la calle donde nació la escritora Concha Espina. “Ve desaparecer con la explosión del Machichaco esa parte del Santander de su infancia”, explica la antropóloga. En el número cinco de Méndez Núñez se encontraba la casa familiar y el despacho comercial de su padre. Las imágenes de la destrucción circularon por toda Europa, dejando una huella imborrable en la memoria colectiva.

El anarquista que impulsó los bomberos

La tragedia también marcó la vida del anarquista y folclorista cántabro Emilio Carral, fundador de los coros montañeses 'El Sabor de la Tierruca'. Perdió a su padre, José Carral, almacenero de la consignataria propietaria del vapor. “La muerte de su padre puede ayudar a explicar por qué Emilio puso tanto empeño personal y tanto trabajo altruista en la fundación del cuerpo de bomberos voluntarios de Santander”, señala Araceli. La falta de medios para sofocar el incendio fue objeto de duras críticas en la época.

Niños héroes en la bahía

La solidaridad se manifestó en gestos heroicos. Un grupo de menores, conocidos como los raqueros de la trainera Dorotea, rescató a 22 personas con vida en medio del caos. Entre ellos estaban Enrique Rozas Perales y Manuel Alonso de Boo (12 años), Francisco Palomera Mazo (12), Vicente Solar (11), Juan González Prieto, Ángel Muriedas, Francisco Sarabia, Juan Cancelas y Agustín apodado “Berzas” (14). Todos recibieron una medalla de bronce de la Sociedad Española de Salvamento de Náufragos. “Eran solo unos niños, algunos trabajadores, que lejos de amedrentarse se lanzaron al mar para salvar vidas”, destaca.

Arte, duelo y polémica

La memoria de la catástrofe se plasmó en obras artísticas. El escultor Valentín Ramón Lavín Casalís, arquitecto municipal, creó el monumento inaugurado en 1895, que aún se conserva cerca del puerto. También el maestro laico Marcos Linazasoro escribió el poema memorial 'Panteón conmemorativo', con versos dedicados a cada víctima. Sin embargo, la obra poética no estuvo exenta de críticas: “Algunos detractores se burlaron, considerando que los versos eran poco solemnes”, recuerda.

Museo Machichaco

Hoy, la memoria se mantiene en el Museo Machichaco, ubicado en la estación marítima de Santander. Allí se exhiben fotografías, objetos originales, réplicas y un diorama de la explosión. “Desde la etnografía todo esto tiene un enorme valor: los rituales de conmemoración, el recuerdo colectivo, los gestos solidarios”, concluye la investigadora.

Conferencia UNATE

Por cierto, este miércoles 19 de noviembre se va a celebrar una charla sobre la tragedia del Machichaco organizada por UNATE en la sede de la Fundación Botín de Santander.

El ponente será Manuel González Zarzuelo, documentalista e investigador, que ha seguido la estela de los trabajos realizados por Rafael González Echegaray y José Luis Casado Soto en torno a esta gran catástrofe.