Precariedad, vivienda y cambio cultural, las razones que hunden la natalidad en Cantabria

Cantabria

Cantabria vuelve a encender las alarmas demográficas. Mientras el conjunto del país experimenta un ligero repunte de la natalidad, la comunidad cántabra ha registrado una caída del 2% según los últimos datos oficiales del INE. Juan Carlos Zubieta, sociólogo de la Universidad de Cantabria ha asegurado que no es un dato puntual: "Estamos ante una tendencia clara, no un fenómeno coyuntural".

El descenso de la natalidad no es exclusivo de Cantabria, pero Zubieta ha explicado que se acentúa en regiones del norte como Asturias o La Rioja, donde el envejecimiento poblacional y la baja fecundidad son las principales razones que dibujan un panorama que empieza a ser preocupante: "No es una buena noticia, que cada día haya menos nacimientos. Si se mantiene en el tiempo, tendrá consecuencias económicas y sociales muy serias", subraya Zubieta.

Un cambio profundo del modelo familiar

La caída de la natalidad responde a múltiples facotress, tanto económicos como culturales. El primero de ellos, se debe al retraso de la maternidad. Las mujeres tienen hijos cada vez más tarde, lo que reduce significativamente el número de nacimientos. A ello se le suma la reducción del tamaño familiar, donde antes había dos o tres hijos, ahora hay uno o ninguno.

Pero esto va más allá de las cifras: "Las visiones del mundo son distintas" asegura Zubieta. Hace décadas, la presión social empujaba a formar familias cuanto antes. Hoy las prioridades son otras, según el sociólogo: "Terminar los estudios, conseguir un empleo estable, acceder a una viviendas. Solo después, si las condiciones lo permiten, llega la idea de tener hijos.

La trampa económica: empleo y vivienda

La incertidumbre económica es uno de los grandes frenos. La precariedad laboral, especialmente en los más jóvenes, dificulta la planificación familiar: "Si no tengo un trabajo estable y de calidad, dificilmente puedo afrontar una hipoteca o plantearme tener hijos", dice Zubieta.

El acceso a la vivienda es un claro obstáculo. Los precios elevados y la falta de oferta asequible convierten la emancipación en una meta lejana: "Muchos jóvenes ven formar una familiar como algo arriesgado y complicado" añade el experto.

A los condicionantes económicos se les suma los culturales La idea de pareja de toda la vida se diluye y la estabilidad afectiva se percibe de una forma diferente. El deseo de los jóvenes de seguir formandose o de viajar se ha convertido en un factor importante para que esa natalidad tardía, o esa sensación de formar una familia más tarde sea cada vez más palpable.

Otro de los factores importantes es la inmigración. Cantabria es de las regiones que menos inmigrantes recibe, lo que agrava el problema. La población extranjera, suele ser más jóven y suele tener más hijos, pero la falta de dinamismo económico limita su llegada: "La actividad productiva en Cantabria no es tan pujante como en otras comunidades, eso reduce la atracción de nueva pblación", explica el sociólogo.

Consecuencias a medio y largo plazo

Si la tendencia se mantiene, el impacto será profundo. El sistema de pensiones, la sostenibilidad del Estado del bienestar y el cuidado de mayores se verán comprometidos. “¿Quién pagará mi pensión si cada vez nacen menos niños y los jóvenes se marchan?”, plantea Zubieta. La respuesta pasa por aumentar la productividad, atraer población y diseñar políticas que faciliten la conciliación y el acceso a la vivienda.

El reto demográfico está sobre la mesa. Cantabria necesita medidas urgentes para revertir una tendencia que amenaza su futuro económico y social. Porque detrás de cada cifra hay una realidad: cada vez son menos los que se atreven a dar el paso de formar una familia.