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¿Dónde vas, Europa?

La firma de María José Aguilar Idáñez, Catedrática de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Universidad de Castilla-La Mancha

Maria Jose Aguilar

Firma de opinión | ¿Dónde vas, Europa?

04:50

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Hoy se cumplen 72 años de la Declaración de Schuman, quien propuso la creación de una Europa unida y con lazos económicos fuertes para impedir nuevas guerras en suelo europeo. Siete años después, en 1957, con la firma del Tratado de Roma, nacía lo que es la actual Unión Europea. Un proyecto liberal-democrático cimentado en la prosperidad, la seguridad y la solidaridad entre naciones.

Hoy, 65 años después del Tratado de Roma, deberíamos recordar los pilares del proyecto fundacional europeo y exigir su aplicación por parte de la Comisión Europea y de todos los Estados Miembros de la Unión, si queremos combatir la actual deriva iliberal de políticas que son un ataque directo a la línea de flotación del proyecto europeo.

La denominada ‘política europea de migración y asilo’ es el ejemplo más ilustrativo de esta deriva iliberal, que menoscaba y erosiona los principios y valores fundacionales del proyecto europeo. Y es que la experiencia de aplicación de las políticas migratorias y de asilo europeas evidencian claramente que son un dispositivo institucional de no-respeto de derechos, expresado de forma casi paradigmática en el rechazo sistemático a garantizar el derecho de asilo y protección internacional. Y España es uno de los países europeos que con más dureza lleva impidiendo el ejercicio de este derecho, denegándolo a 19 de cada 20 personas que solicitan protección.

La aplicación profundamente discriminatoria que la Unión Europea hace de su propia legislación se ha puesto en evidencia en marzo de 2022 con la activación -por primera vez y solo para el caso de Ucrania- de la Directiva europea 2001/55 de protección temporal, que nunca se activó en otros casos de refugiados por conflictos armados, que es para lo que se estableció hace más de veinte años.

La política migratoria de la UE constituye una violación de los derechos de las personas migrantes y refugiadas, que mantiene a millones de personas sin derechos en el territorio europeo. Esto es así porque la llamada política migratoria europea es, en realidad, una política comunitaria exclusivamente de control de fronteras, securitaria y policial, preocupada solo por el control y la contención, sin abordar lo que es propio de cualquier política migratoria, como es la migración legal y segura y su integración sociolaboral y política en los países de destino.

Tal como está planteada, nunca será una verdadera política europea de migración y asilo porque en materia migratoria, tanto la Comisión como los estados miembros no tienen interés en una política común de inmigración y asilo, sino en externalizar en terceros países la contención de los desplazados y en abrir procesos de retorno inmediato sin garantizar que las solicitudes de asilo se estudien de manera individual y con las debidas garantías jurídicas (que es la base del derecho del asilo).

La voluntad política para garantizar la protección temporal, ahora y solo para el caso ucraniano, muestra el doble rasero del estándar de la UE al aplicar con profundo sesgo racista dicha directiva. Y es que mientras en la frontera oriental con Ucrania se

implementa de forma inédita una política que garantiza el derecho de asilo y protección internacional, en la frontera sur se implementa una brutal política de contención, que utiliza la agresión y la violencia de manera sistemática, contra todas las personas que la cruzan o intentan cruzar (incluyendo niños y bebés).

Los países de la UE militarizan sus fronteras para evitar que lleguen solicitantes de asilo, vulnerando así los derechos fundamentales de quienes huyen de sus países. El derecho de asilo es un derecho humano fundamental que se está laminando y deteriorando progresiva y aceleradamente en Europa.

El caso de Ucrania está demostrando que es solo una cuestión de voluntad política, y que Europa, si quiere, puede garantizar el derecho de asilo y actuar de manera coordinada. Se puede, pero solo si se quiere.

Los argumentos para no hacerlo en el pasado y en otras fronteras europeas se han demostrado falsos. Por eso, seguir optando por la construcción de más muros y vallas, por militarizar las fronteras violando la Convención de Ginebra sólo ahonda en la deriva iliberal. Y esto es un ataque directo a la línea de flotación del proyecto europeo.

 
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