¿Queremos erradicar la pobreza?
La firma de opinión de la catedrática de Trabajo Social y Servicios Sociales de la UCLM, María José Aguilar

Maria Jose Aguilar

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¿Queremos erradicar la pobreza?
Albacete
Hoy, como cada 17 de octubre, Naciones Unidas nos invita a reflexionar acerca de la erradicación de la pobreza. La pregunta más recurrente suele girar en torno a las posibilidades reales de erradicar la pobreza. O sea, preguntarnos si es posible o imposible eliminar la pobreza.
La Declaración Universal de Derechos Humanos, esa que todos decimos respetar y con la que parecemos estar de acuerdo, pero que muy pocas personas parecen conocer, establece que la dignidad humana (de todos los seres humanos, sin excepción) no solo es un derecho fundamental, sino que constituye la base de todos los demás derechos.
Resumiendo: que, si no hay dignidad, el resto de los derechos son papel mojado.
Vivir una vida digna, significa poder tener un plan de vida, una vida donde sea posible la autoestima. Por ello, sin dignidad no hay vida vivible, digna de ser vivida. La pobreza es justo lo contrario, porque impide siempre y aniquila la posibilidad de una vida digna, de una vida propia de un ser humano.
Nos han machacado desde siglos, especialmente en un país como el nuestro, con dos ideas sobre la pobreza que son totalmente falsas: la primera, es asociar la pobreza a la carencia o privación material. Así que esto nos ha llevado a la creencia errónea de que alguien pobre es alguien que no tiene dinero o ingresos mínimos para subsistir. Pero esto es falso, porque, lamentablemente, la pobreza no es exclusivamente una falta de ingresos suficientes, también implica falta de capacidades y de oportunidades para vivir con dignidad. Trabajar en condiciones peligrosas y precarias, habitar una vivienda insegura, no alimentarse bien, no acceder a la justicia o una insuficiente atención sanitaria son ejemplos de cómo se perpetúa e intensifica la pobreza.
Otra idea asociada a la anterior es pensar que las personas pobres lo son porque no se han esforzado lo suficiente. Toda nuestra cultura y modos de pensar (incluyendo las creencias religiosas) durante siglos se han basado en estas falsas premisas.
Falsas no solo porque la pobreza es un proceso, situación y problema multidimensional, sino -sobre todo- porque la pobreza y la extrema pobreza, son consecuencia de la cada vez más desigual e injusta distribución de los bienes que todos producimos como sociedad. Para erradicar la pobreza extrema hay que erradicar la riqueza extrema. Cada vez los pobres son más pobres y los multimillonarios y más ricos son cada vez más ricos. Esto es así porque vivimos en un sistema socioeconómico de acumulación por desposesión. Unos pocos, muy pocos, acumulan cada vez más riqueza a costa de la desposesión y el despojo de otros muchos, cada vez más personas desposeídas de dignidad y derechos.
Por eso, como ya advertí en esta misma firma de opinión hace un año, controlando a los pobres no erradicaremos la pobreza. Para erradicar la pobreza hay que erradicar la extrema riqueza. Porque la desigualdad que genera cada vez más pobreza no es inevitable, todo lo contrario.
La pregunta pertinente hoy, no es por tanto decidir si es posible o no erradicar la pobreza.
La pregunta pertinente es si queremos realmente erradicar la pobreza.
Y si estamos dispuestas a luchar por conseguirlo.




