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El cementerio civil más antiguo de España está en Ontígola (Toledo)

... y la funeraria más antigua en Toledo capital

Vista exterior del Cementerio de Ontígola / Google Maps

Toledo

El historiador Rafael del Cerro defiende que el cementerio civil más antiguo de España no es el del Real Sitio de San Ildefonso sino el de Ontígola (Toledo) ya que allí se comenzó a dar sepultura a la servidumbre del Real Sitio de Aranjuez unos años antes que en la Granja de San Ildefonso.

Rafael del Cerro ha indagado en archivos y protocolos notariales para escribir un libro sobre la historia familiar de la Funeraria San Román, en Toledo, y ha explicado a Efe los pormenores del cementerio de Ontígola, localidad de la provincia de Toledo limítrofe con Madrid, situada a menos de cinco kilómetros de Aranjuez.

En 1785 Carlos III tomó una serie de medidas para mejorar la salubridad pública, entre ellas apartar los camposantos de las poblaciones, y estableció que todos los fallecidos en el Real Sitio de San Ildefonso fueran enterrados en el cementerio que se había construido extramuros.

Sin embargo, Rafael del Cerro ha señalado que el Real Sitio de San Ildefonso no fue el primer cementerio ya que unos años antes había empezado a funcionar el de Ontígola, que se creó para enterrar a la gente que trabajaba y vivía en el Real Sitio de Aranjuez ya que Aranjuez no era todavía municipio independiente.

De hecho, el 'Diccionario' de Pascual Madoz (1845) señala que Ontígola tuvo cementerio en 1776 y se edificó "a expensas del Real Patrimonio" para inhumar a los vecinos residentes en el Real Sitio de Aranjuez.

"La muerte cobró una dimensión artística y estética que antes estaba dentro de las iglesias y que pasó a los cementerios", afirma el historiador sobre este periodo en el que empezaron a configurarse los cementerios actuales.

Sanromán: 176 años y 5 generaciones

La funeraria activa más antigua de España (desde 1846) está en Toledo, sigue gestionada por la misma familia, en su quinta generación, ha atravesado epidemias y pandemias, y se ha adecuado al paso de los tiempos o se ha adelantado a ellos como sucedió con el crematorio, cuya licencia se cursó incluso un año antes de abrir el Tanatorio M-30 en Madrid.

El tatarabuelo de los hermanos San Román Águila era Julián San Román, quien puso en marcha, con apenas 22 años, un servicio de conducción de cadáveres al que fue primer cementerio municipal de Toledo, que se había inaugurado diez años antes, en 1836.

En aquel momento, los entierros se realizaban desde los domicilios hasta los camposantos, alejado de los centros urbanos, y se portaba el cadáver en andas o en carruajes. El joven Julián vio en esto lo que hoy se llama nicho de mercado.

El segundo eslabón fue su hijo Benito y de él pasó a Mariano y luego a José María, padre de los propietarios actuales y "gran impulsor" de la empresa, según defienden sus hijos, además de un emprendedor que también entró en el sector de los seguros y en el transporte sanitario, un servicio completamente nuevo en la provincia de Toledo que continúa en la actualidad (Ambulancias Finisterre).

En una entrevista con Efe, José María San Román Águila, gerente de Funeraria San Román, ha resaltado que en la empresa "la parte moral, la parte de atención, la parte humana" es un 50 por ciento y el negocio es el otro 50 por ciento, y ha asegurado que nunca han dejado de lado lo "prioritario", que es la relación con las personas en un momento tan duro de gestionar como es la muerte.

Su padre les inculcó esa disposición, un hombre que acudió a "todos" los entierros de Toledo: "Y cuando digo a todos, digo a todos, da igual quien fuera. Con 80 años seguía acudiendo todos los días al cementerio. Eso es un valor y si no lo perdemos estoy seguro de que seguiremos todavía mucho tiempo", afirma el empresario.

También han heredado de su padre la frase "hay que convencer, no vencer", porque la persona tiene que estar convencida de lo que hace -por ejemplo, incinerar o enterrar- sin quedar "un rescoldo" de duda, debe "tener la seguridad de que si ha querido incinerar a un ser querido ha sido por convicción".

En este sentido, afirma que aunque "somos iguales" ante la muerte, cada persona tiene unas necesidades distintas en ese momento "y hay que saber adaptarse" a ellas, "dar a cada uno lo que necesita" y, sobre todo, "respetar" lo que piden.

Precisamente, ese afán de adaptarse les ha hecho abrir en lo que va de siglo XXI no solo un nuevo tanatorio en Toledo, inaugurado en 2009, sino otros tantos en un veintena de localidades de la provincia. "En muchos sitios hemos abierto un tanatorio aún sabiendo que las circunstancias no eran las más adecuadas o que no vamos a tener resultado a corto plazo", puntualiza.

DE UNA INCINERACIÓN AL MES, A CUATRO DIARIAS

Aunque el proyecto de crematorio en Toledo empezó a tramitarse en 1983 -un año antes de inaugurarse el de la M30- no abrió hasta 1999 y cuando lo hizo tenía muy poca demanda. "Decíamos a nuestro padre, solo hemos incinerado uno este mes y él contestaba hay que ir por delante e invertir, hay que ir a más. Hoy hacemos muchos días cuatro incineraciones diarias. Eso es tener visión", afirma José María.

En el crematorio acaban de construirse nuevos columbarios junto a los que ya llevan 23 años, cada uno con su llave y con capacidad para varias urnas cinerarias.

A esta sala acuden muchos familiares bien para llevar flores o un recuerdo, bien para mantenerse cerca de la persona perdida. Entre ellos, Matías, que va todos los días desde que María del Carmen, su esposa, murió en 2015, tres años antes de poder celebrar sus ansiadas bodas de oro.

Matías llega cada día, abre el columbario con su llave, se sienta enfrente, en un banco, "y le cuento lo que hice ayer y lo que haré hoy; es lo único que tengo", asegura a EFE. Dentro de la urna, una estampa de la Virgen del Carmen y una bandera de Canarias, porque a ella le encantaba visitar las islas.

Dentro de las instalaciones del crematorio, junto al cementerio de Toledo y al lado del tanatorio, se sitúa el ' + Char(39) + 'Patio del recuerdo' + Char(39) + ', un pequeño jardín donde los familiares que han incinerado pero no quieren llevarse, enterrar o esparcir las cenizas pueden depositarlas. Y, si lo desean, pueden instalar en la pared del patio una pequeña placa con los datos del fallecido (hay unas 300) y llevar flores, como a menudo sucede.

"EN LA PANDEMIA RECIBIMOS MUCHAS MUESTRAS DE AGRADECIMIENTO"

Las dos primeras generaciones de esta empresa familiar vivieron epidemias de cólera y la actual ha vivido la pandemia de la covid-19.

José María San Román afirma que las palabras "confianza" y "respeto" fueron imprescindibles en los difíciles momentos de la pandemia de la covid-19, cuando muchos pensaban que al fallecido con covid había que incinerarlo "y de 50 fallecidos que nos llegaban, 45 pedían incinerar".

El gerente ha resaltado el gran trabajo y la "seriedad" que ofrecieron porque "nos comprometíamos a hacer" lo que el familiar pedía y necesitaba: "Alguien te llamaba y te decía que había muerto su madre y él no la veía, le dábamos una caja cerrada y decíamos que lo era. Tenían que tener plena confianza en nosotros y recibimos en ese momento muchas muestras de agradecimiento hacia nuestros trabajadores, porque nos buscábamos todas las maneras para estar lo más cerca posible de ellos", ha expresado.

UN LIBRO RECOGE LA HISTORIA DE ESTA EMPRESA DE TAREAS MORTUORIAS

Con motivo del 175 aniversario de esta funeraria en 2021 el historiador Rafael del Cerro recibió el encargo de escribir un libro en el que ha detallado la génesis de la empresa y los antecedentes sanitarios y de legislación que había en aquel momento pero también numerosos aspectos sociales vinculados a las pompas fúnebres.

Los precios de los servicios contratados, la evolución de carruajes a coches fúnebres o el lenguaje de las esquelas son algunos aspectos destacados en el libro de esta familia que inició su trayectoria empresarial en un momento en el que también nacieron otras funerarias en distintas ciudades de España, aunque ésta ha logrado mantenerse con actividad.

 
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