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Tres hechos para tres alarmas democráticas

La firma de opinión de la catedrática de Trabajo Social de la UCLM, María José Aguilar

Maria Jose Aguilar

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Tres hechos para tres alarmas democráticas

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Albacete

Este domingo se han cumplido 30 años del primer asesinato racista en nuestro país.

El asesinato de Lucrecia Pérez, una mujer dominicana de 32 años que hacía muy pocos meses que había venido en busca de una vida mejor. Tenía una hija de seis años.

A Lucrecia le pegaron dos tiros, uno de ellos en el corazón, un grupo de neonazis encapuchados que asaltaron al grupo de migrantes que estaba cenando a la luz de unas velas en las ruinas de lo que fue una discoteca.

El asesino de Lucrecia fue Luis Merino, un guardia civil de 25 años que era el único mayor de edad del grupo que completaba con tres menores de 16 años. Uno de esos menores dijo en el juicio que el guardia civil les dijo literalmente: “vamos a dar un susto a esos negros para que entiendan que deben marcharse de España”.

Merino y los tres jóvenes fueron condenados a penas que sumaban 154 años de cárcel, pero los menores quedaron en libertad hace 21 años. Luis Merino fue detenido por conducir borracho en 2015: todavía le quedaban 31 años de condena y ya disfrutaba de permisos penitenciarios.

El de Lucrecia fue reconocido como el primer asesinato racista en nuestro país. No fue un crimen casual, el guardia civil ultraderechista sabía por los periódicos dónde se reunían las personas dominicanas (la mayoría mujeres que eran explotadas como empleadas domésticas aprovechando su situación de irregularidad administrativa). Los bulos y la inacción frente al racismo fueron el contexto que propició este crimen racista. Que lamentablemente no ha sido el único.

La semana pasada también se cumplieron 15 años del asesinato del joven Carlos Palomino a manos del exmilitar neonazi Josué Estébanez. Fue condenado a 26 años de prisión, pero justo el día del 15 aniversario de su crimen tuvo su primer permiso penitenciario, a pesar de no cumplir con los requisitos para disfrutarlo: ni la familia del joven asesinado fue notificada del permiso, ni el asesino ha abonado la responsabilidad civil correspondiente. Provocación y falta de respeto: así califican los amigos y familiares de Carlos Palomino esta medida.

También la semana pasada se conocieron los resultados del estudio del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, de la Fundación FAD: “En España, uno de cada cuatro jóvenes se declara abiertamente racista o xenófobo”. La mayoría de ellos son hombres jóvenes simpatizantes con la extrema derecha. Como los asesinos de Lucrecia Pérez y de Carlos Palomino.

Pero la pregunta que hoy les hago tiene que ver con nosotras. Con quienes nos consideramos personas educadas y hasta demócratas: ¿cuántas veces hemos ayudado a difundir un bulo? ¿cuántas veces hemos dado la razón a comentarios racistas y xenófobos? ¿cuántas veces hemos hecho afirmaciones de desprecio a quienes consideramos diferentes a nosotras? ¿cuántas veces hemos sido indiferentes y no hemos hecho ni respondido nada al escuchar a personas de nuestro entorno justificando la violación de derechos y la omisión de socorro?

Menos rasgarnos las vestiduras y más reflexionar sobre lo que decimos y callamos, sobre lo que hacemos o dejamos que otros hagan. Que el racismo está más dentro de nosotras de lo que pensamos, y deberíamos preocuparnos por la responsabilidad, directa e indirecta, que nos atañe a cada una de nosotras en esta situación.

 

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