La atención primaria y la falta de médicos
La firma de Josefa Cantero. La catedrática de Derecho Administrativo de la UCLM
Firma de opinión | La atención primaria y la falta de médicos
Albacete
La atención primaria es el nivel básico e inicial de atención al paciente. Tiene una importancia cardinal como puerta del sistema sanitario y como reguladora de los flujos de pacientes hacia la atención especializada u hospitalaria. Se presta a través de 13.000 centros de salud que atienden cada año más de 364 millones de visitas y 29 millones de urgencias. Aunque apenas supone el 15% del gasto sanitario, permite resolver el 85% de las incidencias sanitarias.
Aunque su fortalecimiento constituye uno de los retos más importantes que hemos de conseguir, lleva muchos años situada en una situación de crisis permanente. Uno de los problemas más acuciantes que plantea es el de la falta de médicos especialistas en medicina familiar y comunitaria, los llamados médicos de familia. Y sobre este colectivo quiero centrar mi reflexión, a pesar de que esta atención se presta por Equipos de Atención Primaria, que tienen carácter multidisciplinar y están compuestos por numerosos profesionales sanitarios y no sanitarios.
Como se acerca la campaña electoral, prevista para mayo de 2023, ya se están calentando los motores. Los políticos tratan de echar balones fuera. Se han convocado huelgas y se han llevado a cabo masivas manifestaciones en algunas comunidades autónomas que ilustran a la perfección el hartazgo de los médicos y de la población por esta falta de inversión en la atención primaria. Especialmente mediáticas han sido las de Cantabria y Madrid, hasta el punto de que ya se ha hecho famosa la frase de la presidenta Ayuso de que “esto no va de sanidad, sino de política". Y parte de razón tiene, aunque, a mi juicio, no en el sentido que ella le ha dado.
Los problemas de la atención primaria, que son muchos y graves, requieren de una buena política sanitaria, es verdad. Pero también de una buena política educativa, de una buena gestión y, sobre todo, de una sensata planificación. Ello es evidente si tenemos en cuenta que estas políticas de personal no se pueden improvisar porque, una vez que se adopten, tardaremos más de once años en recoger los frutos, esto es, en tener formado al médico de familia.
Las responsabilidades son compartidas entre el Estado y las Comunidades Autónomas, aunque con distintas intensidades. Estas últimas, sin duda, son las más implicadas en este tema, puesto que las competencias sanitarias les fueron transferidas hace años. Son las responsables de establecer sus respectivos mapas sanitarios, de asignar los medios personales y materiales de sus servicios de salud y de planificar sus necesidades de personal con “criterios de racionalización”. Así lo exige la ley.
Ahora bien, sus decisiones y sus posibilidades de actuación van a venir parcialmente condicionadas por las decisiones sanitarias y educativas que previamente hayan adoptado otros actores. Me refiero fundamentalmente a la política de numerus clausus que afecta a los estudios del Grado de medicina y que corresponde al Ministerio de Universidades, así como al número de plazas para la formación especializada de los médicos internos residentes (MIR) que corresponde al Ministerio de Sanidad, que es el responsable de planificar las necesidades de médicos.
Queda en este ámbito mucho por hacer. Aunque han aumentado el número de plazas que se ofertan para la medicina de familia, no se están cubriendo. En la última convocatoria MIR han quedado vacantes 200 plazas y una parte muy importante de los especialistas, una vez formados, buscan salidas profesionales en otros ámbitos. Se orientan hacia la medicina de urgencias y emergencias, optan directamente por ejercer en el sector sanitario privado o se marchan al extranjero cuando terminan su especialidad. Así, por ejemplo, en el año 2021 se han expedido 4.130 certificados de idoneidad profesional, que son necesarios para que los médicos puedan trabajar en el extranjero. Aunque solo se van un 73% de los médicos que los solicitan, estamos haciendo “un pan como unas tortas”, si se me permite la expresión. Formamos durante más de once años a magníficos profesionales sanitarios para que se beneficien otros países.
Las proyecciones realizadas por diversos estudios del Ministerio de Sanidad no son muy alentadoras. Ponen de manifiesto que la medicina familiar es la especialidad con peor pronóstico para los próximos años. Hasta el año 2027-2028 se prevé que faltarán entre 9.000 o 10.000 médicos especialistas en medicina familiar y comunitaria y médicos de urgencias. Además, es un colectivo especialmente envejecido. El 59,1% de los profesionales de atención primaria tiene más de 50 años. Esto representa un gran problema si no existe un adecuado y planificado relevo generacional en los próximos años. Se puede producir un importante gap generacional que puede tener consecuencias nefastas para la atención al paciente y para la propia sostenibilidad del sistema público.
En fin, habrá que prestar más atención a este problema. Nos va la vida y la salud en ello.
Josefa Cantero
Catedrática de Derecho en la Universidad de Castilla-La...