¡Llegó el tribunal y mandó parar!

Albacete

Espero que me perdone Carlos Puebla por utilizar el verso de su preciosa canción revolucionaria para encabezar esta última firma de 2023, que es como una de aquellas pegatinas con una careta sellada a cal y canto con la que representábamos los atentados a la libertad de expresión. La cal del entierro y el canto fúnebre a la soberanía popular.

El eclipse parcial anuncia tiempos muy difíciles, con ese partido condenado reiteradamente por corrupto dando lecciones de probidad, con ese partido reiteradamente desleal con la Constitución, a la que vulnera cuando le viene en gana, bloqueando órganos del poder judicial de manera radicalmente ilegítima durante años.

Este Gobierno progresista ha osado contrarrestar con firmeza una reforma penal reaccionaria de 2015, que el Partido Popular llevó a cabo sin contar con nadie (podía hacerlo: tenía mayoría absoluta). Ahora la mayoría es progresista, partidos que defienden a obreros y profesionales y no a los empresarios con sobre al viento.

Este Gobierno -progresista, sí- marcado otra vez por la lacra de la ilegitimidad, lo mismo que ocurrió con Zapatero en 2004, que sólo fue reconocido Presidente 4 años después, tras una campaña sucia en la que se ligaba la victoria electoral con ETA, aunque ésta nada tuviera que ver con el 11M. Ese es el Partido Popular; el mismo que oh!! sólo interfiere en el Poder Judicial cuando se abre algún procedimiento contra él, ¿verdad Federico Trillo? Recuérdese febrero de 2009 y las invectivas contra Garzón, que acababa de abrir la Gurtel, sobre la que dijo el Tribunal Supremo en octubre de 2020: “el Partido Popular es el nexo común que sirve de amalgama al conjunto de episodios y actuaciones recogidos en la declaración de hechos probados”. Hechos de corrupción pura y dura.

No, el comportamiento inconstitucional del Partido Popular no es nuevo y no se debe sólo a que en este Gobierno progresista haya una Vicepresidenta comunista, se debe a que se considera el dueño de esta finca llamada España y no permite que los demás jueguen en ella. Lo mismo que Franco, lo mismo que siempre. Es la desfachatez del rico, que deja jugar a los advenedizos mientras no molesten demasiado, pero que cuando se cansa agarra con las dos manos la azada, al grito de ¡pero si son unos rojos! ¡no se merecen esta Constitución! ¡apaguémosla!