La humanidad puede tapar agujeros
La firma de opinión del catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de UCLM, Jorge Laborda
La humanidad puede tapar agujeros
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Albacete
Hace algo más de dos años, un grupo de científicos británicos revelaba que la causa más probable de la extinción masiva de la vida ocurrida en la Tierra hace unos 370 millones de años, que acabó con el 70% de todas las especies vivientes, fue probablemente debida a la destrucción de la capa de ozono de la atmósfera.
Este gas, formado por la unión de tres átomos de oxígeno, y no de dos, como lo es el oxígeno que respiramos, posee la propiedad de servir de filtro a los rayos ultravioleta que nos llegan del sol. La capa de ozono disminuye de manera importante los rayos ultravioletas que alcanzan la superficie de la Tierra. Estos rayos luminosos, que nuestros ojos no pueden ver, atraviesan la piel, entran en nuestras células e impactan sobre la molécula más querida. No, no me refiero al alcohol, o a la nicotina, sino al ADN. Esta molécula es severamente dañada por los rayos ultravioleta que pueden causar en ella cambios en la información de los genes. Estos cambios pueden originar cáncer, en particular, obviamente, cáncer de piel.
Casi al mismo tiempo que se publicaban estos nuevos estudios sobre historia de la vida sobre la Tierra, se detectaba un incremento en la talla del agujero de ozono localizado sobre la isla de Groenlandia. El agujero había crecido hasta ser tres veces más grande que la extensión de esta enorme isla. Eran noticias preocupantes. ¿Acaso nos estábamos encaminando hacia otra nueva extinción causada esta vez por la actividad humana?
Recordemos que los agujeros de ozono aparecidos sobre las regiones polares de la Tierra han sido causados por el uso de los llamados clorofluorocarbonos, gases que se usaban en los circuitos de refrigeración de frigoríficos y aire acondicionado. Los estudios científicos realizados demostraron que estos gases, al fugarse a la atmósfera, atacaban al ozono y lo destruían. Desgraciadamente, una sola molécula de clorofluorocarbono puede destruir miles y miles de moléculas de ozono antes de desaparecer de la atmósfera.
Ante este estado de cosas, el mundo, por una vez, reaccionó de manera unida y coordinada. En 1989, se firmó el protocolo de Montreal, que prohíbe el empleo de los clorofluorocarbonos. El uso de estos gases prácticamente se detuvo a escala planetaria, excepto por un repunte en China en el año 2018, que quizá fuera en parte el causante del crecimiento del agujero sobre Groenlandia. Este repunte cesó, y las cosas han vuelto a la normalidad
Tal es así, que el último informe de las Naciones Unidas sobre este asunto indica que la capa de ozono se está recuperando bien, y estará completamente restaurada sobre el Ártico en 2040 y sobre el Antártico, en 2066.
Son excelentes noticias, que indican que, si la Humanidad reacciona de manera unida frente a los problemas planetarios, estos pueden corregirse. Es un gran espaldarazo para aplicar políticas globales encaminadas a frenar y a revertir el cambio climático, que no deja, por el momento de crecer. Claro que estas políticas globales solo podrán aplicarse si primero acabamos con ciertas locuras locales, como la que alberga lo que le queda de cerebro a un tal Vladimir Putin.