Opinión

Rebelión insensata

La firma de opinión del catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la UCLM, Jorge Laborda

Jorge Laborda

'Rebelión insensata'

Albacete

Para alguien que ha dedicado esfuerzo en su vida para intentar comprender y explicar cómo funcionan los fármacos, por qué curan, por qué ejercen efectos secundarios, etc., resulta descorazonadora la noticia de que la homeopatía, lejos de ser abandonada como práctica medicinal, cada vez tiene más adeptos en España. Según un reciente estudio, realizado por la empresa consultora Harris Interactive con 1.059 personas, el 47% de los españoles habría usado homeopatía alguna vez, y el 84% de ellos está satisfecho.

Querría dejar claro que la homeopatía no es que sea polémica, es que no puede ser. Vamos a ver, si alguien viniera hoy diciendo que la velocidad de la luz no es finita, que es instantánea, infinita, lo primero que pensaríamos es que o está loco, o posee una nueva evidencia indiscutible que le autoriza a afirmar lo que dice. De la misma manera, en una época en la que se desarrollan ordenadores cuánticos, si alguien viniera diciendo que puede conocer al mismo tiempo la posición y la velocidad de un electrón, lo que está prohibido por las leyes de la mecánica cuántica, pensaríamos de manera similar.

Sin embargo, en el caso de la homeopatía, no sucede igual. Cuando ya conocemos más allá de toda duda razonable que un fármaco solo puede actuar mediante su interacción física con alguna molécula producida por nuestras células, de las que hay miles de millones, y que, por tanto, se requieren miles de millones y millones de esas moléculas para ejercer un efecto sobre todas las células que sea necesario, se afirma, como hace la homeopatía, que cuanto menos fármaco se emplee, incluso si se emplea solo una molécula, mayor será su efecto. Y esto, en lugar de ser considerado una locura, es tenido como dogma de fe por buena parte de la población. ¡Qué escasísima cultura científica tenemos en España, incluso cuando se trata de preservar nuestra propia salud!

Si me permiten la metáfora, la homeopatía es como esa bombilla que cuanto más te alejas de ella, más luz te da. Si alguien dijera que ha fabricado esa bombilla, lo tendríamos por insano mental, salvo que nos pudiera demostrar su existencia con estudios serios y objetivos. Pero, claro, eso es imposible. Esa bombilla no puede existir porque las leyes de la física de la luz, que podemos comprobar todos los días mirando a las bombillas, no permiten su existencia.

Lo mismo sucede con la homeopatía. Las leyes de la biología y de la química, que los científicos, los médicos y muchos profesionales más, sí comprueban todos los días, hacen imposible que la homeopatía pueda funcionar. ¿Por qué tantos tienen la impresión de que funciona, entonces? La respuesta es conocida: se llama efecto placebo, y hay también excelentes estudios y razones biológicas que explican la existencia de este efecto y su potenciación del sistema inmunitario, que es lo que acaba por curarnos.

No me hago ilusiones. Sé que no habrá peso de la razón y conocimiento suficiente para hacer cambiar de idea a tantos y tantas que siguen creyendo en la homeopatía. Considero que esta manera de pensar es, en parte, un signo de rebeldía contra lo establecido, en este caso contra la medicina oficial. Lo comprendo bien. Yo también soy rebelde, porque el mundo me ha hecho así y porque pocas me han tratado con amor, pero la experiencia adquirida en las últimas seis décadas me ha convencido de que si hay algo contra lo que es insensato rebelarse es contra la ciencia, porque, de hecho, rebelarse contra ella es rebelarse contra la realidad, y la realidad siempre acaba venciendo a lo que no son sino solo bonitas ideas.