En abril, pájaros mil
Las características de estos sonidos se ven afectadas por el medio ambiente que les rodea. En las ciudades las aves padecen lo que se conoce como ‘efecto Lombardo’

En abril, pájaros mil - La mirada de Toledo (28/03/23)
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Toledo
Entramos en el mes de abril que es el mes por excelencia para escuchar multitud de canto realizados por las aves. Cada especie tiene su canto característico y así podemos escuchar al mirlo haciendo sus cantos matutinos o al verdecillo en lo alto de un árbol. Todas las especies de aves se pueden detectar si se conoce su canto sin haberlas visto.
El canto que realizan los machos de la mayoría de las aves en primavera es utilizado por estas para señalizar sus territorios o indicar su calidad a la hora de buscar pareja para iniciar la reproducción. El canto es un comportamiento complejo que involucra una serie de procesos fisiológicos y neurológicos. Se produce en un órgano vocal único en el mundo animal, la siringe, que está ubicado en la base de la tráquea y está compuesta por dos membranas mucosas que vibran para producir sonido. Los músculos que controlan la siringe dependen de un complejo circuito neural que permite a las aves modular la frecuencia y la amplitud del sonido que producen. El aprendizaje y la producción del canto implican áreas específicas del cerebro, como es parte del hipotálamo y del telencéfalo. Ellas aprenden a cantar escuchando y copiando los cantos de otros miembros de su especie, y esta transmisión cultural se produce durante las primeras etapas de su vida.
Las aves emiten sonidos que no son realmente notas musicales y no podemos colocarlas en un pentagrama musical. Realmente son barridos de frecuencias de onda característicos de cada especie que están formados por varias notas. Es decir, en cada sonido hay un barrido de frecuencias que equivale a varias notas musicales a la vez y esto hace que sea imposible transcribirlas a lo que conocemos como música en nuestra especie.
Las características de estos sonidos se ven afectadas por el medio ambiente que les rodea. En las ciudades las aves padecen lo que se conoce como ‘efecto Lombardo’, es decir, elevan la frecuencia de canto ante un incremento de ruido ambiental, lo mismo que hacemos los humanos ante la misma situación. Además, dejan menos tiempo entre las estrofas del canto para asegurar que su mensaje es recibido por el receptor, otra ave de la misma especie. Este ruido urbano interfiere con la comunicación acústica de las aves y afecta a su capacidad para detectar y responder a las señales de alarma, cortejo u otros comportamientos sociales. Nuestro equipo de investigación estudió esto en la ciudad de Toledo y pudimos comprobar que las características del canto del Carbonero común son diferentes al que realiza en los Montes de Toledo, principalmente por el ruido de la ciudad. Además, comprobamos que comparten parte de los tipos de canto entre ciudad y campo, pero no todos, por lo que la existencia de correderos naturales del exterior al interior de la ciudad es fundamental para asegurar un intercambio de conocimientos sonoros.




