Lazos

A los seres humanos nos unen lazos, pequeños hilos invisibles que sostienen todas nuestras relaciones y actuaciones. Esos lazos pueden llevar todo tipo de etiquetas, y no todas ellas tienen porque ser compartidas, ni con la misma visión, ni con la misma intensidad ni tan siquiera con el mismo valor para unas personas u otras.

Esos lazos suponen nuestra relación “con otros”, dígase con la familia, con los animales, con la propia tierra, con nuestras amigas y amigos o con las personas que compartimos nuestro día a día en el trabajo. Yo las suelo llamar “conexiones de vida”. Dichos lazos dependen de tu forma de relacionarte, tus elecciones, tus pensamientos, tus valores y en gran parte conectan con tu forma de ver la vida, o no.

Para las personas migrantes nuestra familia es nuestro origen, nuestro polo a tierra, el lugar donde “volvemos” cada vez que sea necesario para reunir la fuerza para seguir luchando estando lejos. Cuando inicias un viaje fuera de tus raíces, viajes que para muchas personas son la muerte, llevas en la maleta miedo pero también fortaleza, porque de una forma extraña sientes que “los tuyos” están contigo.

El amor por la naturaleza y los animales se convierte en otro vínculo, a veces en tu mejor compañía y en una especie de relación inexplicable que cubre tus espacios y que en gran parte reivindica el valor por todas las formas de vida.

La amistad con más o menos intensidad juega el papel de ese terreno social donde creces, aprendes e interactúas, donde debates, te contradices o te sientes afín. En la amistad buscas sosiego y complicidad.

El espacio laboral es otro lugar donde crecer y donde te haces tú hueco, en entornos abiertos, multiculturales y distintos suele ser un terreno de maravillosa construcción social.

Lazos, pienso que son como pequeñas vertebras de vida que cuando se quiebran duelen, que cuando se pierden faltan y que cuando no están dejan un gran vacío.

Los lazos no son exclusivos de personas migrantes, de una raza u origen determinado. Dichos lazos vertebran prácticamente el mundo entero. Son iguales para todas/os, da igual norte o sur, oriente u occidente. Se construyen casi que de forma idéntica, y cuando duelen o faltan, los sentimientos son exactamente iguales para todos.

Y pensando en esos lazos, muchos de ellos para mí indispensables, sanadores, cómplices y compañía. Pensando en esos lazos, hoy siento más que nunca las heridas abiertas del mundo en que vivimos, son solo unas pocas, porque lamentablemente hay muchas:

• Pienso en las niñas y mujeres afganas que desde 2021 tiene prohibido trabajar, estudiar, reunirse o moverse con libertad.
• Pienso en las personas muertas, heridas y desaparecidas en la frontera de Melilla el 24 de junio de 2022, procedentes en su mayoría del África subsahariana. Sus seres queridos siguen sin tener respuestas sobre lo que les sucedió.
• Pienso en las familias que desde 2022 están separadas y llenas de miedo en medio de la Guerra de Ucrania. La población civil se enfrenta a una catástrofe. Están muriendo personas, incluso niños y niñas, y muchos miles de vidas están en peligro.
• Pienso en la devastación que el cambio climático está causando en la humanidad: Hambre, desplazamiento, desempleo, enfermedad y muerte.

Y pienso en ello porque se han roto todos sus lazos, sus vidas, su tierra, su hogar y los de sus familias, amigas, compañeros y conocidos. En definitiva la violación de Derechos Humanos rompe los lazos humanos básicos que nos identifican como sociedad.

Como diría Amin Maalouf, escritor franco-libanés: “O somos capaces de construir en ese siglo una civilización común con la que todos podamos identificarnos, con la soldadura de los mismos valores universales, con la guía de una fe firmísima en la aventura humana y la riqueza de todas nuestras diversidades culturales o naufragaremos juntos en una barbarie común.”