Líbranos de todo mal
La firma de opinión del actor, dramaturgo y director teatral Juanma Cifuentes
Líbranos de todo mal
Albacete
En estos días en los que estoy sometido a una férrea disciplina de estudio, pues son muchos los trabajos que tengo que hacer, gracias a Dios, necesito momentos de asueto, en donde no pensar en nada, es el objetivo.
Y como la caja tonta me atonta, sea cual sea lo que en ella den, nada mejor para “asuetarme” que apretar el botón del mando a distancia.
Ahora que lo pienso, lo de el nombre del mando es premonitorio, pues ya te indica que es mejor mantenerse a distancia de el aparato en cuestión.
Aún así, de vez en cuando me arriesgo y a pesar del riesgo que corro al arriesgarme, a veces, “el consumible” merece la pena.
Para los que no me conozcan muy bien, he de decirles que soy poco emocional, emotivo e incluso “emotiense”, es decir, es más fácil hacer reír a una hiena que yo saque una carcajada espontánea.
Las emociones suelo dejarlas para el escenario, que por ello me pagan, quizás por miedo a quedarme sin ninguna y tener que engrosar, nunca mejor dicho, la lista del paro.
Pero hay veces en las que necesito de manera urgente dejarlas salir. Por supuesto, lo hago a escondidas, como buen fenicio, no me gusta regalar nada que no deba regalarse.
Y es por ello que en ocasiones, mientras unos ven muertos, yo río, lloro, canto y suspiro ante alguna historia de cualquier plataforma en la que se apele al buen samaritano que llevamos dentro.
La inmensa mayoría de ellas, he de decir que son bastante forzadas, falsas e incoherentes pero hay veces, pocas, que como vulgarmente se dice, te toca la patata.
En este caso quien me la tocó se llamaba Elsa , una niña de 16 años que según dijo, su sueño era vivir encima de un escenario, dedicarse a la música y disfrutar con ello.
Empezaba muy bien en un programa en el que prima la lastima que puedas llegar a producir, mucho más que la calidad artística que puedas llegar a tener.
Podía desde la distancia que me otorgaba el mando haber cambiado de canal, sin temer ningún mordisco por parte de un tal Risto, al que parece ser que le tienen mucho miedo, aunque curiosamente no tiene ni idea de lo que dice.
Por eso dice el refrán “Crea fama y échate a dormir”.
Preferí quedarme con Elsa que a pesar de el tal Risto, se puso a cantar una versión de “Los Campanilleros” pero con letra del Padre Nuestro.
Lo hizo con delicadeza, con suavidad, con mucho gusto, transmitiendo perfectamente el mensaje de la letra que en ese momento interpretaba, y con unas dinámicas musicales dignas de una gran interprete musical.
Yo que cada vez creo menos, empecé a escuchar emocionado, a esta niña llena de Arte, diciendo este sencillo texto
Padre nuestro que estas en el cielo.
Oh Santo, sea tu nombre,
mi Dios Celestial
y que venga a nosotros tu reino
y se haga por siempre tu gran voluntad
Danos hoy el pan de cada día
y nuestra ofensas perdónanoslas.
Que de tentaciones nos protejas
y con tu gran fuerza, líbranos del mal.
Silencio absoluto en el set de grabación, en el Teatro, en los jueces.
Y después, una gran ovación.
Algo sencillo pero muy bien interpretado, puede llegar a convertirse en un momento de verdad, pura verdad.
Me emocionó su canto a pesar de no compartir su mensaje y me convenció al disfrutar de su sincero canto. Pero lo que más me emocionó fue su conclusión.
Ella dijo: La canción ha sido un reto para mi. Algo muy difícil de hacer y al ver que os ha gustado, se que el esfuerzo a merecido la pena.
Y mientras ella se emocionaba, yo también lo hacía e incluso el resto de espectadores que allí estaban.
Quizás por su canto, por su esfuerzo que mereció la pena, por la emoción de el jurado o por la desesperanza absoluta de constatar que la voluntad Superior a pesar del mucho tiempo que ha pasado, no ha podido asegurarnos el pan de cada día y mucho menos librarnos del mal.
Aún así por momentos como estos merece la pena arriesgarse, con un buen mando a distancia por supuesto, a contemplar, ese aparato que hay en casi todas las casas que bien gestionado puede crear magia.