Opinión

Elecciones ¿para qué?

La firma de opinión del catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Castilla-La Mancha, Manuel Ortiz

Manuel Ortiz

Elecciones ¿para qué?

Albacete

Si es cierto, como aseguran expertos en ciencia política, que cada vez es mayor el número de electores que se deciden en los últimos momentos, apelo con esta firma a huir de la propaganda, la desinformación o la mentira que se han instalado entre nosotros. El 28M renovamos más de ocho mil ayuntamientos y el parlamento de 12 Autonomías. No son elecciones generales, por mucho que se presenten candidatos de formaciones políticas de ámbito nacional y se repitan frases y mensajes que nada tienen que ver con las competencias de los municipios ni las regiones. El próximo domingo están en juego nuestros barrios y cuestiones básicas que nos afectan en la vida cotidiana. ¿Sería mucho pedir que presten atención a los programas y las propuestas de las diferentes candidaturas? Ya sé que es algo que no se suele hacer. De hecho, podría recordar lo que ocurrió con nuestra Constitución desde que fue aprobada en referéndum el 6 de diciembre de 1978. Según las encuestas oficiales, que se vienen repitiendo desde entonces con similares porcentajes, más del 60% de los interpelados por el CIS afirmaba estar suficientemente informado sobre su contenido, pero sólo el 39% votó favorablemente porque consideraban que “era lo mejor para España”, aunque, a la vez, más del 91% admitía que la conocía “como mucho por encima”.

En aquellos años de cambio de régimen los españoles fueron convocados a las urnas varias veces en poco tiempo. Se esperaba que las municipales llegaran en 1977, después de las generales de junio, pero hubo que esperar hasta 1979 para que, por fin, los alcaldes y concejales fuesen elegidos también democráticamente. La explicación tiene que ver con el miedo al pasado, con el recuerdo de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 que agotaron a la monarquía y propiciaron la II República. Se temía un vuelco electoral de las candidaturas de izquierda. De hecho, en el medio urbano la coalición PSOE-PCE, pactos de progreso los llamaron, consiguió ganar, como ocurrió en la propia ciudad de Albacete. Aquel año fue el primero en el que empezó a dominar una amplia sensación de desencanto entre diferentes capas sociales y se dejó atrás el tan aclamado consenso que, supuestamente, habría dominado la etapa inicial del proceso transicional. En un contexto dominado por una tremenda crisis económica, con el constante rumor del ruido de sables y la dramática presencia del terrorismo en las calles, la democracia recién recuperada no curó milagrosamente las muchas necesidades que se habían acumulado después de cuarenta años de dictadura. Tampoco la Constitución actuó como bálsamo de fierabrás y el proyecto político encarnado por la compleja coalición gubernamental, UCD, generó un clima de apatía y desinterés. Con todo, los movimientos sociales que tan importantes fueron entonces, sobre todo el protagonizado por las asociaciones de vecinos, movilizaron a la sociedad civil, aunque la abstención fue alta -37`5%-. Se visibilizaban así dos planos, el nacional y el local, como nos han contado los propios protagonistas que recuerdan aquella experiencia con mucho agrado y, en general, espíritu de colaboración y entendimiento.

Se cumplen 40 años de las primeras elecciones autonómicas en CLM. Serán las undécimas. Salvo en una legislatura, el gobierno regional ha estado en manos del PSOE desde que en noviembre de 1978 presidiera el ente preautonómico el 'ucedista' alcarreño Antonio Fernández Galiano. La región ha pasado de tener un 12% de analfabetos a un 25% de población universitaria y se ha triplicado la población activa femenina. Pero basta contemplar la campaña para entender que algunas cosas no han cambiado y que seguimos dominados por un pensamiento reaccionario más acusado que en la media nacional. La irrupción de fuerzas que militan en la 'antipolítica' y que apenas apelan a la tradición o al patriotismo más rancio representan una amenaza que avisa de consecuencias graves que no atienden a los problemas que de verdad deberían afrontar: el cambio climático o la vivienda por mencionar sólo algunos que tapan con bulos y mentiras. Lean y piensen. Valoren la acción de gobierno real y recelen de promesas imposibles, pero no las olviden.