Opinión

Campeonas del mundo de la dignidad

El catedrático de Derecho Penal, Nicolás García Rivas

Firma de opinión: Campeonas del mundo de la dignidad

Albacete

Suele decirse que una imagen vale más que mil palabras. Eso es justamente lo que ocurrió el 20 de agosto pasado cuando la Selección femenina de fútbol celebraba el campeonato del mundo, logrado con todo merecimiento en Sidney, bajo la mirada de muchos millones de personas en todo el planeta.

El presidente de la Federación Española de Fútbol, con modales propios de un chulo o del empleado menor de un lupanar, se dedicó a tocar todo lo que pillaba y a plantarle un “pico” (¡ojo! peligrosa polisemia) a una de las jugadoras, que bajo el influjo de un éxito semejante ni siquiera se percató de una agresión tan insidiosa como la del estilete clavado cuya herida sólo aflora minutos después bañada en rojo.

A partir de ese momento, las acciones del protagonista sólo incrementaron el hedor profundo de un tipo de trato a la mujer que, lejos de ser historia, abunda todavía en nuestro mundo, como se puede comprobar por la eclosión del movimiento “Me too” y, también, por las reacciones de un buen número de periodistas deportivos y otros comunicadores que le quitaron importancia a esa agresión sexual en toda regla.

A partir de ese momento, la cohesión del grupo de futbolistas me ha parecido ejemplar, en defensa de su compañera, porque sólo así se defendía también la dignidad de estas deportistas, que a veces parecen sumergidas en un émulo del cuento de la criada: maltrato laboral, maltrato comunicativo, maltrato institucional.

El hedor denso de esa cueva -llamada Federación-, nos emplaza a pedirle cuentas a una Administración Pública que permite la existencia de cotos ajenos al control democrático, que sin embargo son financiados con fondos públicos y asumen la representación de todo un país -a veces aplaude la Reina, a veces el Rey-, a cuyos dirigentes nunca les pasa nada aunque contraten corruptamente con un país que atenta contra los derechos de la mujer, como Arabia Saudí, o se dedican a competir con mafiosillos de medio pelo grabando conversaciones. Nada de nada.

Mientras las futbolistas luchan por sus derechos pidiendo nada más -y nada menos- levantar la tapa de la Federación y abrirla a los valores imperantes en la sociedad, muchos periodistas y ciudadanos en general las tildan de caprichosas y casquivanas, cuando en realidad han decidido hace un mes guardar la copa conquistada para convertirse en campeonas del mundo de la dignidad.