Ayer abrí el buzón
La firma de opinión de la periodista y presidenta de la Asociación de la Prensa de Albacete, Loli Ríos Defez

Loli Ríos, periodista y presidenta de la Asociación de la Prensa de Albacete / Cadena SER

Albacete
Ayer abrí el buzón y me encontré un inmigrante. Lo habían dejado ahí. Es lo que tiene dejarlos en cualquier parte: en la parada del autobús, en las rotondas… Cualquier día de estos, me los encuentro en el pipican. Por eso dicen que es mucho más humano que no lleguen hasta aquí, que el estado, o la Unión Europea, paguen a otros países para que se los queden allí, para que los retengan en montes cercanos a la frontera o en playas desiertas. Dejarlos llegar para después abandonarlos en un buzón, pues, la verdad, no lo veo.
Que nos dicen que por España pasan como un primer paso para adentrarse a Centroeuropa y que aquí los atienden las organizaciones humanitarias, pero a saber.
De hecho, creo que eso de la humanidad está sobrevalorado. Y, si no, miremos a Israel, un país que se está defendiendo y que, con ese derecho en la mano, puede bombardear y masacrar a una población atrapada y encerrada en un trozo de terreno. Humanidad… humanidad…
Bueno, igual la humanidad es dejar salir de la ratonera a unas decenas de heridos y a unos pocos centenares de personas con doble nacionalidad. Debe ser que a quienes solo tienen una, la palestina, las bombas les hacen menos daño, aguantan más tiempo sin beber agua, se recuperan antes de las heridas, reconstruyen sus viviendas sobre los escombros y, si pierden a sus hijos e hijas… pues tendrán más.
La verdad es que nunca he entendido muy bien la distinción entre a los que se puede matar en una guerra y a los que no. Será lo del tema del pasaporte.
Pero es que debo ser corta de entendederas porque tampoco llego a comprender otra distinción: la que hay entre, por un lado, los hombres, mujeres, niñas y niños de piel negra que llegan hacinados en barcazas de madera a nuestras costas y son objetados por algunos alcaldes y presidentas de comunidades autónomas; y, por otro lado, los refugiados rubios bombardeados por Putin a los que fuimos a recoger casi a la puerta de su casa. Que yo me creía que la solidaridad debería ser igual para todos. Pues va a ser que no.




