¡Es el cuidado, estúpido!
La firma de opinión de la catedrática de Trabajo Social de la Universidad de Castilla-La Mancha, María José Aguilar
Albacete
Aunque poca gente se hizo eco, ayer fue el Día internacional de las personas cuidadoras. En nuestro país más del 90 por ciento de las personas que cuidan a otras en situación de dependencia somos mujeres: ya sea por motivos de enfermedad, discapacidad, envejecimiento, etc., y tanto si el cuidado es transitorio o definitivo, como si se trata de cuidados profesionales formales o de cuidados familiares.
Todos los seres humanos necesitamos cuidar y ser cuidados en diferentes etapas de nuestra vida, ya sea por limitaciones temporales o permanentes. Por ello, el reconocimiento jurídico del derecho al cuidado es vital para que la organización social de cuidados cambie y deje de estar asentada en el patriarcado y el colonialismo. Porque en nuestro país, el hecho de que el cuidado siempre recaiga en las mujeres (sean madres, hijas, abuelas, empleadas domésticas, auxiliares de centros residenciales, guarderías, etc.), obedece a un modelo patriarcal-colonial, tan injusto como indeseable.
La conocida como Ley de Dependencia, establece la responsabilidad de los poderes públicos en la atención a la dependencia. Sin embargo, la semana pasada se publicaron los datos que confirman que, en el último año, la atención a la dependencia retrocede en nuestro país: aumenta la lista de espera y se mantiene el ritmo de personas que mueren esperando los trámites. Casi 18 mil personas más en la lista de espera, y más de 13 mil con el derecho reconocido pero sin recibir prestación alguna. Seguimos abandonando a las personas más vulnerables de nuestro país.
Hoy, en pleno genocidio y masacre del pueblo palestino, puede sonarnos a distopía que sea el Día internacional para prevenir la explotación del medio ambiente en la guerra y los conflictos armados. Porque en las guerras, además de las personas asesinadas y heridas, y de las infraestructuras destruidas, el medioambiente también es una víctima silenciosa y silenciada. En Gaza y Yemen, toda la infraestructura hídrica se ha dañado (pozos subterráneos, plantas de tratamiento de aguas, estaciones de bombeo, etc.). En Afganistán, por ejemplo, la tasa de desforestación en los últimos años de conflicto ha sido del 95 por ciento.
El cuidado, como nos dice Joan Tronto, es todo lo que hacemos para mantener, perpetuar y reparar nuestro ‘mundo’ de manera que podamos vivir en él lo mejor posible. Este ‘mundo’ comprende nuestro cuerpo, nosotros mismos, nuestro entorno y todo lo que enlaza la compleja red de apoyo a la vida.
Ejercer el cuidado requiere apreciar la interdependencia humana. Porque es esa interdependencia lo único que asegura la vida: no la codicia de unos pocos.
Si nuestras decisiones y acciones como personas, tanto individuales y familiares, como locales, regionales y estatales, no solo no reparan nuestro mundo, sino que lo destruyen y aniquilan a base de ahondar y agravar las desigualdades que el patriarcado y el colonialismo producen; entonces, como especie humana, estaremos maldita para siempre.
¡Es el cuidado, estúpido!