Opinión

Leonor jura la Constitución

La firma de opinión del catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Castilla-La Mancha, Nicolás García Rivas

Nicolas Garcia Rivas

Leonor juta la Constitución

Albacete

El acto protocolario en el que Leonor juró la Constitución como Princesa de Asturias -y heredera de la Jefatura del Estado (¿se puede heredar la Jefatura del Estado como si fuera una finca?...)- pone sobre el tapete la antigua cuestión de la Monarquía y su legitimidad dinástica o democrática. Los constituyentes decidieron por mayoría proclamar en el primer artículo de la Constitución que “la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”, contra las voces discordantes republicanas, que no sólo se situaban en la izquierda. Siguiendo la tradición dinástica, tiene preferencia el varón sobre la mujer para la sucesión en la Jefatura del Estado, algo que en estos tiempos causa auténtico sonrojo.

El número 51 de la Revista Teoría y Realidad Constitucional, fechado este mismo año, incluye una encuesta a especialistas en Derecho constitucional en la que se les pregunta si les parece que hay que reformar algún aspecto de la Constitución referente a la Monarquía. No sé cómo escogieron el elenco de especialistas, alguno ex magistrado del Tribunal Constitucional, pero lo único que les pareció reformable es esa cláusula machista.

Por lo demás, de sus opiniones se infiere que “¡menos mal que tenemos Monarquía!”, una institución al parecer salvífica porque sin ella llevaríamos muchos años partiendonos la cara unos con otros. En comparación con tan taumatúrgica función ¿qué relevancia puede tener que el anterior Jefe del Estado se llevase a su bolsillo comisiones millonarias por traficar con su influencia sobre las autoridades de Estados tan democráticos como el Reino de Arabia Saudí, donde las mujeres están confinadas bajo el niqab y el poder patriarcal?. ¡Viva el Rey inviolable! ¡Vivan las cadenas!.

En momentos así, es necesario remontarse a los inicios de nuestra democracia -allá en 1978- para apreciar que históricos representantes de la izquierda republicana española, como Luis Gómez Llorente, intentaron dar un vuelco a este atávico doctrinarismo católico español, diciendo cosas como ésta: “al asumir este Parlamento la expresión de la soberanía del pueblo y proceder a elaborar la nueva Constitución que en su día sea sometida al refrendo popular, asumimos la obligación de replantear todas las Instituciones básicas de nuestro sistema político sin excepción alguna. Incluso la forma política del Estado y la figura del Jefe del Estado”. A lo que siguió: “Ni creemos en el origen divino del Poder, ni compartimos la aceptación de carisma alguno que privilegie a este o a aquel ciudadano simplemente por razones de linaje. Para nosotros el principio dinástico por sí solo no hace acreedor de poder a nadie sobre los demás ciudadanos”

Al ver cómo se perpetúa el linaje en esta Leonor, conviene no olvidar que su tatarabuelo abrió la puerta con honores al dictador Primo de Rivera hace ahora un siglo y que el abuelo juró los principios políticos del franquismo y luego se sirvió de la institución para todo tipo de cacerías y tropelías. Ni siquiera por tener una reina en lugar de un rey, en un mundo que reivindica el empoderamiento femenino, merece la pena. Reformemos la Constitución para poder exclamar legítimamente:

¡Viva la República democrática española!