Teatro Circo
La firma de opinión del crítico cultural Juan Ángel Fernández
Teatro Circo
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Albacete
Junto a todo lo sagrado y las reverencias de los eclesiásticos pervive a lo largo de los tiempos, un suponer desde la Edad Media, los cantos populares y la interpretación de narrativas urbanas en escenarios a veces improvisados elevados sobre estantes espontáneos, artes que nunca llegaron a marchitar ni siquiera en épocas adversas, guerras, enfrentamientos puntuales o comarcas apartadas del bullicio popular. Al nacer la Universidad en el siglo XIII aparecen también los goliardos, estudiantes vagabundos conocidos también por su costumbre errante cercana siempre a la interpretación y la dramaturgia. Trovadores y Juglares que habitaban cerca del señor que les pagaba, músicos a cuyo cargo estaba la interpretación instrumental en las fiestas y danzas. La escena acababa de presentarse como regalo de la providencia. Había llegado para quedarse en el infinito de los tiempos.
En Albacete se ubicaron los primeros interpretes de la creación teatral o musical en el siglo XVI, en sus primitivas plazas públicas o en la Casa de Comedias ubicada en la Plaza Mayor de la ciudad como indica en su excelente estudio artístico el historiador Antonio Caulín Martínez publicado en 2007, justo después de la presentación del ya histórico entonces Teatro Circo de Albacete. Él mismo se refiere igualmente como antecedentes al Convento de San Agustíndesde 1849; el Teatro Hospital de San Julián en 1853; el Casino y Ateneo Albacetense desde 1862 hasta la construcción del antiguo Teatro Circo de Albacete en 1886.
El Teatro de la calle Isaac Peral ha tolerado varias reformas y aguantado más de algún cambio sustancial a su ya histórica función de servir como gran escenario activo en la ciudad. Como el abandono de su formato circo en 1919, la incorporación del fonógrafo ése mismo año; la instalación del Ateneo albacetense en un lateral del edificio; el cierre en 1986, sorteando afortunadamente algunos avisos de demolición y finalmente su reinauguración en 2002 con el Ballet Nacional de España en la mítica obra Fuenteovejuna. Ningún espectáculo más oportuno para celebrar de nuevo su puesta en escena, esperemos hasta los siglos de los siglos.
Cuento esta efemérides ahora tras asistir el pasado sábado a una muestra del coliseo a un puñado de albaceteños de la diáspora que no habían tenido ocasión de conocer el costillar del Teatro, su armazón, reconstruido en la citada fecha del septiembre de 2002. Y la cuento aquí y ahora porque al verle de nuevo en la mañana, desnudo de actividad el escenario, esperando por cierto la llegada del cantaor José Mercé al anochecer, no pude por menos de enorgullecerme de tamaña obra, repulida, vestida de gala para el espectáculo y repasar de la mano de su jefe del servicio técnico, Juan Antonio Sotos, los nuevos habitáculos que ya regala el edificio, como biblioteca, teatrillo, escenarios varios de representación a lo largo y ancho de su reforma y una imagen presencial absolutamente espectacular que acuña con toda la razón el privilegio de ser el Teatro Circo más antiguo del mundo.
Sin duda, la joya de la corona en la ciudad.