Opinión

Cartas desde la cárcel

La firma de opinión de la periodista y presidenta de la Asociación de la Prensa de Albacete, Loli Ríos Defez

Loli Ríos, periodista y presidenta de la Asociación de la Prensa de Albacete / Cadena SER

Albacete

Hace 18 años, llegó la primera. Procedía de la prisión de El Dueso, Santander. La escribía Francisco del Fresno Sánchez, un atracador de manual. La carta iba dirigida a mí.

A Del Fresno lo habían condenado un año antes a 57 años de cárcel por 8 delitos de robo con arma y otros cinco de secuestro. No se andaba con chiquitas, atracaba gasolineras y se llevaba a punta de navaja o de escopeta a los atemorizados empleados metidos en el maletero del coche que había robado. Luego los abandonaba en medio de la nada. Dice que así le daba tiempo a robar en tres o cuatro la misma tarde. Todos los cometió en 2002, aprovechando un permiso carcelario. Llevaba en prisión desde 1997. Este año, ha cumplido 26 privado de libertad.

Paco, como le conocen sus compañeros de patio, no es un tipo fácil. No fue la única vez que delinquió aprovechando un permiso. Es un delincuente reincidente, de esos que la sociedad no quiere tener entre sus miembros.

Después de aquella carta de 2005, han llegado decenas. En todas describe su realidad, su percepción de lo que pasa dentro y fuera. Las noticias las ve en la tele y se hace una idea del mundo que lleva más de dos décadas casi sin pisar. Me cuenta que se mete en el “chabolo”, llama así a su celda, que quiere pocas cuentas con el resto. Queda poco del Paco de hace 18 años, mucho más desafiante y chulesco. No puedo compadecerlo pero tampoco odiarlo. Decía José Antonio Martín Pallín que una estancia en prisión por más de 15 ó 20 años anula la personalidad del condenado. Francisco del Fresno se ha buscado la suya, sin duda, pero qué dice su caso de nuestro sistema punitivo que, en teoría, busca la reinserción y no la venganza.

Hace unas semanas tuve un encuentro con Paco en la cárcel de Villena. Pude entrevistarlo. Era su objetivo desde hacía años. Supongo que en todo atracador que se precie hay un punto de exhibicionismo que la tele satisface. También era el mío, todo un hito profesional, no se me ocurre ningún otro motivo por el cual mantener correspondencia durante 18 años con alguien que, fuera de aquí, nunca sería mi amigo. Objetivos cumplidos, por tanto, ¿y ahora qué? Pues ahora me viene un gusto amargo cada vez que me pregunto cuándo y cómo saldrá, qué va a ser del hombre que se ha perdido la evolución de su entorno, que por no saber no sabe ni pasar las fotos de un móvil. Habrá pasado media vida en la cárcel y no por eso se habrá rehabilitado.