Mirarnos a los ojos
La firma de opinión del Director de El Periódico del Común de La Mancha, Jaime Quevedo Soubriet
La firma de opinión Jaime Quevedo 26 diciembre
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Ciudad Real
Acabamos de pasar la Nochebuena y, aunque la realidad se resiste a darnos un respiro, es quizás el mejor momento para que aprovechemos el paréntesis navideño y soñemos con un tiempo nuevo. Imbuido por ese sentimiento, he vuelto a reencontrarme con un periodista que influyó decisivamente en que me empeñara en el ejercicio profesional de la comunicación.
Se nos fue en el año 1991, pero su obra y su ejemplo siguen plenamente vigentes. José Luis Martín Descalzo, sacerdote, escritor, poeta y periodista, nació en nuestra tierra manchega, en Madridejos, en el año 1930. Tres años permaneció en nuestra región, pues su padre fue trasladado entonces a Astorga, más cerca de las raíces vallisoletanas de la familia. Allí, en Valladolid, ingresó a los doce años en el seminario y fue donde transcurrió su juventud. Amplió su formación y sus estudios en la Gregoriana de Roma, donde se ordenó en 1953.
A partir de ahí, comenzó una trayectoria vital plena en todas sus facetas. Si hoy lo traigo aquí, a esta ventana de la cadena Ser, es para rescatar uno de sus más celebrados artículos, titulado Veinticuatro maneras de amar. De su entrañable lista, me quedo con estas tres pequeñas recetas que podrían ayudarnos a encarar el nuevo año:
―Pensar, por principio, bien de todo el mundo.
―Sonreír. Sonreír a todas horas. Con ganas o sin ellas.
―Multiplicar el saludo, incluso a los semiconocidos.
Y con una cuarta que debe concernirnos de manera especial:
―Dar buenas noticias.
Martín Descalzo vivió en Roma la intensa época del Concilio Vaticano II. Allí coincidió con Valentín Arteaga, otro poeta-sacerdote que es Hijo Predilecto de Castilla-La Mancha y de Campo de Criptana, aún afortunadamente en plenitud creativa. De él, tomo prestados unos versos para finalizar este mensaje navideño: Hace frío ahí fuera. Está nevando en los hombres, en sus ojos. / Sopla el viento del norte. Sus palabras tiritan ahora mismo. / Se les hiela la luz. (...) / Basta de unos hombres que sólo se miran con recelo. / De esta lágrima inmensa que es la tierra / en que vamos medio viviendo aprisa sin mirarnos a los ojos.
