Y que por lo visto

Talavera de la Reina

Y que por lo visto hace cuarenta años que llegué al kibutz Menara. A mí me parece que fue ayer mismo. Hoy me cuentan que en Menara no queda nadie como nadie queda en toda la alta Galilea. Sólo militares y el temor. A Menara lo recuerdo como un sitio hermoso en lo alto de las montañas de Neftalí. Durante las mañanas de invierno, una espesa niebla cubría todo el valle del río Jule y hacia desaparecer Kiryat Shemona.

Quedaban solo visibles la mole imponente de la cumbre con nieve perpetua del Monte Hermón y los Altos del Golán. Del Hermón baja el agua que nutre el lago Tiberiades y el río Jordán en un camino que atraviesa Israel de norte a sur. En torno el Hermón, en tierra libanesa se abrían pueblos de la minoría drusa donde los alegres componentes del kibutz se hartaban de comer carne de cerdo.

Una débil valla de alambre separaba Menara del Líbano. Era la frontera histórica que costaba trabajo tomarse en serio. De vez en cuando se acervan a la misma rubios soldados daneses de la misión de Naciones Unidas. Una misión que hoy está en manos de tropas españolas. Hace cuarenta años en Menara reinaban la calma, el trabajo y la camaradería. Hoy reinan la guerra, el miedo y el sufrimiento. No es una noticia agradable.

Es sólo un recuerdo de un tiempo y un lugar de hace cuarenta años. El viernes que viene, más.