Opinión

Lo importante

La firma de opinión del catedrático de Producción Vegetal de la Universidad de Castilla-La Mancha, Jorge de las Heras

'Lo importante', la firma de Jorge de las Heras

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Albacete

Hace años, antes incluso de que tuviera lugar el gran incendio de Yeste, ocurrido en 1994, andábamos por esas sierras tomando muestras de plantas que habían surgido como por encanto tras el fuego, para un gran estudio, junto con otros grupos de distintas universidades.

El hecho es que, después de una mañana agotadora nos acercamos a comer algo a la aldea de Boche. Por aquel entonces en Boche había una fonda con bar que servían comidas, y que ya conocíamos.

El bar lo regentaba una pareja de edad avanzada, el tío Mundo en la barra y la tía Benita, en la cocina. Recuerdo que tenía una estufa de cáscaras de almendra en el centro que prestaba un gran servicio a los comensales en los fríos días de invierno, como era el caso. Aquel día comimos, como no podía ser de otra manera, potaje bochero, y de postre, hojuelas manufacturadas por la tía Benita.

Al terminar con el correspondiente chupito de orujo, el tío Benito nos preguntó más o menos algo así como qué tripa se nos había roto por ese terreno calcinado por las llamas. Le respondimos que cogíamos muestras de plantas que rebrotaban, como las coscojas, los enebros, las bojas, así como de otras que germinaban, como los romeros, las jaras y jarillas… El tío mundo nos miró sorprendido y espetó: “Ah, ustedes estudian todo lo que no vale”. ¿Y qué es lo que vale?, estaba claro: los pinos.

Después de 30 años de aquello, todo aquello que no valía cubre los montes del Ardal, Tinjarra, y tantas otros que fueron devastados por el gran incendio. Hoy sabemos que el monte tiene valores que pueden ser evaluados y monetizados, a los que no hace mucho no se les prestaba atención.

En una visión un tanto antrópica, se les llama servicios ecosistémicos, y representan todas aquellas funciones, ciclos, recursos que prestan alguna función al ser humano. Los hay de abastecimiento (agua, alimentos, medicinas y materias primas).

Para muchas poblaciones estos servicios representan su forma de subsistencia, están los llamados servicios de regulación (clima, calidad del aire, regulación de los flujos de agua, fijación de carbono), servicios de soporte (son aquellos que contienen la vida del bosque) y también hay servicios culturales, como los paisajes que atraen el turismo. Todos estos servicios, en su conjunto, suponen un enorme valor que, como decía, hoy se puede cuantificar.

Como los montes tienen propietarios, privados o públicos, podríamos pensar que el valor de esos servicios les debería ser retribuido de alguna manera, y, de hecho, se empieza ya a pensar en flujos de dinero de territorios que consumen esos servicios (las ciudades), a aquellos otros que los producen (el medio natural), tendiendo a un balance lo más equilibrado posible entre producción y consumo.

Si la tía Benita el tío Mundo nos volvieran a preguntar qué estamos haciendo, hoy podríamos contestarles: cuantificando el enorme valor de aquello que antes pensábamos que no valía nada.

 
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