Tratado filosófico del carril bici
La firma de opinión de la periodista y presidenta de la Asociación de la Prensa de Albacete, Loli Ríos Defez
Albacete
Que la vida se ve según el cristal con el que se mira es el dogma filosófico padre de todos los dogmas filosóficos. Lo escribió en un poema Ramón Campoamor a mediados del siglo XIX, aunque este pensamiento venía de lejos: los sofistas griegos fueron los primeros en relativizarlo todo. Y hasta aquí mis recuerdos de la Filosofía que aprendí a principios de los 90. Que no es mucho, ya, pero que me sirve para lo que os voy a contar, también.
Queridos Campoamor y sofistas, os traigo esta mañana aquí para hablar del carril bici, que nadie dijo que la Filosofía no se pudiera aplicar a este invento moderno del desplazamiento sostenible. Y es que creo firmemente que quienes diseñan estas vías no se han puesto nunca a mirar con el cristal de los ciclistas. De lo contrario, nadie hubiera hecho el carril tal y como está en Alcalde Conangla a la altura del Puente de Madera. Demasiada confianza hay que poner en el buen juicio del ser humano para no transitar por él sin que te tiemblen las piernas y se te pase toda tu vida por la mente en un segundo.
La cosa es así: vas subiendo el puerto de montaña de categoría especial desde la Fuente de las Ranas hasta la rotonda del puente por el interior del parque lineal, te sientes segura más allá de que algún peatón prefiera el carril enladrillado a la tierra del paseo central. Un timbrazo y solucionado. Llegas al final y toca salir al asfalto. Para, no mires solo de reojo, para y cruza junto al paso de peatones cuando te hayas asegurado de que los conductores que llegan por los dos carriles de la carretera tienen muy claro que ese día no quieren cometer un homicidio. Vale, ya puedes seguir. ¡No!. ¡Para!, que viene el paso de la calle San Ildefonso y aquí nadie tiene muy claro la preferencia de cada cual. Así que, mejor ser prudente. Vale, sigue. ¡No! ¡Para!, que hay que volver a cruzar Alcalde Conangla para el otro lado, lo que supone sentir un subidón de adrenalina jugándote la vida por tercera vez en 30 metros. Si sigues viva, ya puedes continuar tranquila por el carril sobre la acera hacia el Eroski (siempre será Eroski, como el Pryca).
Y todo esto sin contar que te puedes cruzar con otra bicicleta, eso ya es digno del Festival de Circo, porque bastante tiene cada una con salvar su integridad física. O, mejor, di tú que lo que quieres es torcer a la izquierda por la rotonda para bajar por la calle Vasco Núñez de Balboa (la de la comisaría de policía, para los que se hayan despistado), entonces hay que hacer un máster en ingeniería de caminos o lo que haya que estudiar muy concienzudamente. Será que soy de letras, porque nunca, de nunca, nunca, lo sé hacer bien, pero, eso sí, me acuerdo de los sofistas, de Campoamor, y del cristal de los diseñadores de carriles bici.