Opinión

La actitud

La firma de opinión del abogado, decano del Colegio de la Abogacía de Albacete y vicesecretario general del Colegio de Abogados de España, Albino Escribano

Albino escribano, decano del Colegio de la Abogacía de Albacete / Cadena SER

'La actitud', la opinión de Albino Escribano

Albacete

Este fin de semana, un deportista español se convirtió en campeón del mundo haciendo gala de una actitud y una confianza inquebrantable basada en el trabajo, dedicación y sacrificio de muchos años. Muchos criticaban esa actitud y confianza personal. El mensaje del campeón fue: confía en ti mismo y persigue tus sueños.

La actitud es muy importante en nuestro bienestar. Una actitud positiva determina beneficios para nuestro cuerpo y nuestra mente, y una actitud negativa no supone sino perjuicio para uno mismo.

Sin embargo, existen personas que su modo de vida, su concepción del progreso personal, es la negatividad.

Parece que entienden que hay dos formas de progresar y eligen, por alguna razón, la peor.

Hay gente que progresa trabajando, construyendo y, en definitiva, aportando a la sociedad aquello que está en su mano, procurando presentar siempre lo que se ha llamado “su mejor versión”: una persona positiva, consciente, empática.

Sin embargo, hay personas, quizá cada vez más, que consideran que su progreso no se hace en base a su crecimiento, sino en consideración al demérito de alguien, defectos que siempre creen encontrar de manera indudable. Parece que, en vez de construir con su actitud y trabajo, prefieren destruir el trabajo y actitud de los demás. Gente que se levanta cada día con la intención de ser el mejor de los peores, cuya misión no es hacer, sino tratar de deshacer lo que hagan otros, en quienes centran sus frustraciones.

Creen que siempre ganan con el perjuicio de otro, pero en realidad quien gana es quien trabaja, construye y crea, porque sólo compite consigo mismo, con ser mejor cada día y poco le importa, aunque a veces moleste, lo que digan los reyes del comentario, los opinadores profesionales, a los que, en general, no se les conoce por ningún hecho mínimamente relevante.

No hay que dejar que la negatividad ni la mediocridad nos alcance. Pero hay que comprenderlos. Decía Marco Aurelio que actúan así por ignorancia, porque no distinguen el bien del mal. En cualquier caso, eso no debe afectar a nuestro propósito que no es otro que hacer lo que hay que hacer. Como trasladaba el campeón, es necesario conocer tu propósito y trabajar cada día para conseguirlo.