De las tractoradas al ataque contra la PAC
La firma de opinión del catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Castilla-La Mancha, Manuel Ortiz
Albacete
Ayer, después de semanas de movilizaciones de todo tipo por lo largo y ancho de la geografía española, pero también de la europea, las protestas de los agricultores se concentraron en Madrid, donde alrededor de cuatro mil personas y centenares de tractores ocuparon el centro de la capital. Las movilizaciones fueron interceptadas por un dispositivo policial que impidió algunas actuaciones y reprimió a manifestantes con escenas de máxima tensión. Las consecuencias directas afectaron a cerca de 130 líneas de autobús y bloquearon algunas arterías de la ciudad. Las protestas, como en días anteriores, también han afectado a otras localidades, convocadas por las principales Organizaciones Profesionales Agrarias. La criminalización de la protesta, que se ha administrado a conveniencia en otras ocasiones, no es la solución, pero cuidado porque todo tiene un límite cuya trasgresión puede generar más tensión que otra cosa.
El contexto es propicio. Crisis económica, subida de precios de los carburantes, problemas geopolíticos procedentes de Ucrania o Israel, auge de populismos y proyectos de extrema derecha que acorralan a las instituciones democráticas, nacionales y europeas, y crisis climática apuntan a la creación de narrativas complejas que nos confunden.
La agricultura, el medio rural, los trabajadores del campo, los pequeños y medianos propietarios merecen un enfoque más completo y ambicioso del que se suele utilizar para tratar de explicar lo que está pasando. Habría que matizar muchas cuestiones porque los intereses del “honrado campesino”, ese mito romántico que también hay que replantear, no se compadecen bien con los de la gran explotación agropecuaria que se beneficia de las ayudas europeas que salen de la PAC y de una cadena alimentaria que les favorece.
Son muchos los factores que intervienen en el asunto. La sociedad contemporánea ha evolucionado en sus hábitos alimentarios y también es responsable de algunos de los problemas que nos aquejan. Hace apenas unos meses, en 2022, contemplamos una subida vertiginosa de los productos básicos y se revisaron algunos de los artículos de una ley de la cadena alimentaria que se había aprobado en 2014. Se trata de evitar abusos en el recorrido desde la explotación agraria al supermercado y para ello se ha intentado prohibir las ventas a pérdidas y proteger a los peones más débiles del sistema. Son, sin duda, problemas reales que afectan a esos miles de agricultores, es verdad que cada vez menos, que mantienen las explotaciones de las que nos alimentamos y que necesitamos proteger. Pero también sufrimos del auge de una narrativa reaccionaria que intenta obtener beneficios de ese malestar. Así, grupos como la plataforma 6F, de claras afinidades con VOX, han llegado a atacar a las organizaciones tradicionales agrarias y entre sus consignas figuran mensajes radicales contra Europa y negacionistas del cambio climático.
En plena transición ecológica, las subvenciones de la PAC son imprescindibles para el sostenimiento de nuestra agricultura. Asimismo, el cambio climático, con la sequía que venimos padeciendo, no admite prórrogas. Las políticas proteccionistas y la xenofobia no son recetas de recibo que se puedan implementar para salir de esta grave situación. Por otro lado, va a ser muy difícil que se tomen medidas efectivas que reviertan significativamente la situación a corto plazo como parecen exigir algunos que, además, utilizan estrategias violentas que también habría que repudiar. Desde luego, el margen de maniobra que hoy tiene nuestro Ministerio de Agricultura es pequeño.
No se trata de una visión pesimista. Pretendo contextualizar y visibilizar algunos componentes de la difícil ecuación que tenemos delante y para la que no creo que existan soluciones mágicas. Recuerdo las movilizaciones que tuvieron lugar en los años setenta del siglo XX en nuestros pueblos, especialmente en Villamalea, la pequeña Rusia entonces, a propósito de la Entrega Vínica Obligatoria del 10% al FORPA, de donde se salió gracias a la presión social, a pesar de las dificultades que ofrecía la Dictadura. Pocos podían imaginar que se saldría airoso de aquel drama que asfixiaba a nuestros agricultores, pero así fue.