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Verdad y política

La firma de opinión del catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Castilla-La Mancha, Manuel Ortiz

Manuel Ortiz

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'Verdad y política', la opinión de Manuel Ortiz

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Albacete

En vísperas del triste aniversario de los atentados de Atocha, y al calor de las maniobras del PP para gestionar aquella crisis, quiero analizar la estrategia que dicho partido ha seguido para llegar y mantenerse en el poder desde su fundación.

En 1993, con un PSOE que había experimentado graves problemas por la gestión del paro y acechado ya por múltiples acusaciones de corrupción -FILESA, GAL, Guerra, Roldán…-, la campaña electoral adquirió tintes de enorme agresividad, hasta el punto de que el 38,2% de los mensajes de partido atacaban a algún contrincante. Los más agresivos fueron el PSOE y el PP, que dedicaron casi la mitad de sus mensajes a la crítica del adversario. A pesar de todo, el PP no pudo ganar y emprendió desde la oposición una dura campaña destinada a recortar la legislatura y acceder a la Moncloa lo antes posible.

Aunque las elecciones estaban previstas para julio de 1997, el cambio de criterio de CIU, que dejó sólo al PSOE ante la aprobación de los presupuestos, obligó a González a anticipar las elecciones. Se celebraron el 3 de marzo de 1996 y dieron lugar al primer triunfo del PP (156 escaños) con el apoyo de PNV (5), CC (4) y CIU (16). Fue una campaña brutal basada en acusaciones de corrupción contra los socialistas, a quienes tildaron de espías y criminales.

En marzo de 2004 todos los sondeos daban como claro favorito al PP que venía de dar un volantazo en su política exterior al alinearse con Bush y Blair -foto de las Azores- en su ataque a Irak de 2003. Aquel atentado, el más grave que se ha producido en Europa después de la IIGM con 192 víctimas mortales, fue concebido por Al Qaeda para atacar a España por su participación en aquella guerra. Todo había comenzado el 11-S de 2001 cuando Estados Unidos sufrió los malhadados atentados de las Torres Gemelas.

Tres días antes de los comicios en España, nuestro gobierno decidió mentir a los españoles. Defendió que la autoría de aquella masacre correspondía a ETA. Las evidencias descubiertas por los cuerpos de seguridad, y las rápidas declaraciones de Otegui, lo descartaron muy pronto, pero en el PP pensaron que la vinculación de España con el terrorismo yihadista podía penalizarles. Estos días hemos visto informativos que dejan definitivamente cerrado el tema: diez días después de la masacre ya se tenía todo muy claro. La muerte de los terroristas en Leganés -3 de abril- cerraba el círculo. Luego vendría el juicio que anulaba cualquier sospecha sobre la participación vasca en la trama. No obstante, destacados dirigentes del PP, incluidos Aznar, Acebes, Aguirre -también Cayetana Álvarez de Toledo, jefa de gabinete de Acebes y Miguel Ángel Rodríguez, secretario de Estado de Comunicación- han seguido propalando la sospecha de que los autores intelectuales estaban por descubrir. Fue la teoría de la “conspiración”.

Lo último ha sido la proyección de la entrevista que ofreció el presidente norteamericano a TVE el día 12 y que el ente público -Urdaci- decidió no emitir en su día, a pesar del malestar de la Casa Blanca. Todo formaba parte de la misma estrategia de manipulación que tan mal les salió porque las urnas se decantaron por el triunfo socialista. Nadie asumió las responsabilidades de aquella mentira. Los populares no encajaron bien la derrota y emprendieron la campaña de “presidente por accidente”. Fue la legislatura “de la crispación”, en la que participaron de manera notable también destacados medios de comunicación calificados como “el sindicato del crimen”. Todavía recuerdo las declaraciones de Pilar Manjón, madre de una de las víctimas del atentado, mirando a los miembros de la comisión “¿De qué se reían, señorías? ¿Qué jaleaban? ¿Qué vitoreaban en esta comisión?”.

En mayo de 2018 Rajoy sufrió la moción de censura que le desalojaba de la Moncloa después de múltiples pruebas de corrupción que terminaron con una sentencia condenatoria contra su partido por la trama Gürtel. Entonces vendría la campaña de “presidente ilegítimo” contra Sánchez, que arreció desde julio pasado porque no terminaron de asumir que su triunfo electoral no les daba el poder, en gran parte, por su estrecha relación con VOX. La fragmentación parlamentaria y la consabida dificultad de la coalición de gobierno -Podemos, Amnistía…-, debilitada por la posición de una parte del nacionalismo catalán, han embarrado todavía más la vida parlamentaria.

De nuevo han aparecido casos de corrupción política y pelotazos de espabilados, pero disponemos de soluciones democráticas para combatirlos. Mucho más difícil va a ser que estas estrategias políticas sean erradicadas de la lucha partidaria.

 

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