Opinión

Yo acuso

La firma de opinión del catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Castilla-La Mancha, Manuel Ortiz

'Yo acuso' la opinión de Manuel Ortiz

Tal vez pueda parecerles muy ambicioso, pero en esta ocasión he optado por abordar tres temas a la vez. No quiero dejar pasar la oportunidad porque la actualidad anda muy revuelta y seguro que vendrán otras urgencias de las que hablar en los próximos días.

Empezaré por el caso que afecta a una política que, por pura dignidad, decidió abandonar su cargo acosada por una campaña mendaz y torticera que afectaba a su expareja. En junio de 2022 Mónica Oltra dimitió de la vicepresidencia de la Comunidad Valenciana para poder proteger a la institución. Había sido líder de Compromís, una formación política de izquierdas que gobernaba aquella Comunidad en coalición con el PSV-PSOE y Unidas Podemos. Oltra se había hecho cargo de la consejería de Igualdad y Políticas Inclusivas desde 2015. La oposición, comandada por PP y Vox, lanzó una campaña en su contra acusándola de ocultar un delito cometido por su exmarido, condenado en 2019 por abusos sexuales a una menor de edad tutelada por la Comunidad. La investigación iniciada en 2022 ha terminado con el archivo de la causa. El auto no deja lugar a dudas al afirmar que no existe un solo indicio de que la imputada hubiera cometido delito alguno, y llega incluso a subrayar que las acusaciones de la denuncia inicial son “insostenibles”. El daño ahora es irreparable. La dignidad de Oltra no se ha restablecido porque su abandono se produjo poco antes de las elecciones autonómicas de mayo de 2023 en las que el PP, en coalición con Vox, se hizo con la Comunidad Valenciana. Es un caso paradigmático de la utilización de la justicia como espuria herramienta política.

El segundo tema me lleva a la situación de la sanidad pública, en concreto la que soporta el primer pilar de la asistencia sanitaria: la atención primaria. Nuestro estado del bienestar es joven y nunca gozó de una salud de hierro, pero conseguimos levantarlo y presumíamos de él como la joya de la corona. El indiscutible envejecimiento de la población, el crecimiento demográfico y la mala praxis ciudadana no deben ocultar la deficiente gestión que los poderes públicos están haciendo. Y no vale decir que todavía padecemos el impacto de la pandemia, porque ya antes las consultas estaban saturadas y las listas de espera eran groseras. Faltan médicos y los últimos resultados de la elección de los MIR han vuelto a confirmar que demasiadas plazas quedan desiertas porque muchos prefieren repetir las pruebas antes que elegir un destino que consideran hostil. Desde la crisis de 2008 y las políticas austericidas implementadas se ha producido un paulatino abandono de la sanidad pública que como sociedad no deberíamos permitir, y ante lo cual todos estamos llamados a reaccionar. Se trata de una prioridad que no admite demoras ni excusas. En coyunturas más adversas, recuérdese la Transición, se puso en marcha.

La tercera cuestión también guarda relación con el proceso transicional. Muchos políticos de entonces y también buena parte de la sociedad civil optaron por echar al olvido la memoria de las víctimas de la dictadura. Han hecho falta dos leyes, 2007 y 2022 para tratar de revertir la amnesia colectiva. Acaban de celebrarse las elecciones vascas. Debemos congratularnos por la normalización de la vida política en Euskadi. Hace apenas una década que ETA desapareció después de cincuenta años de asesinatos y terror. Incluso los herederos naturales de la banda, ahora integrados políticamente, han optado en la campaña por hablar de políticas sociales y apenas se ha discutido de identidades y nacionalismos. No obstante, no deberíamos dejar pasar el tiempo para construir un relato consensuado y asumido por la inmensa mayoría que explique sin ambages que la organización que tanta sangre derramó practicó el terrorismo y que como tal sólo merece una rotunda condena. La última generación de vascos, cuyo voto ahora ha sido decisivo, no ha estudiado aquel fenómeno y apenas sabe de lo que fue capaz. Si no queremos repetir el error de nuestra Transición con las víctimas del franquismo, acometamos la tarea con celeridad. En las tres cuestiones nos va la calidad de nuestra democracia.