Casi dos siglos con la ciudadanía
La firma de opinión del abogado, decano del Colegio de Albacete y Presidente de la Comisión de Deontología del Consejo de la Abogacía Española, Albino Escribano
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El Colegio de la Abogacía de Albacete cumple ciento noventa años desde que se tiene conocimiento documental de su existencia. El Boletín Oficial de la Provincia de Albacete, con motivo de la inauguración de la Audiencia Territorial, en 1834, señalaba el ceremonial a observar dicho día en el convento de San Agustín, refiriendo entre las corporaciones reunidas al Colegio de Abogados.
La vida del Colegio siempre siguió paralela a la de la Audiencia Territorial, sufriendo las vicisitudes de las distintas épocas, ya sea como consecuencia de las guerras carlistas o de la guerra civil, pero siempre con un único objetivo: servir a la ciudadanía de la provincia.
Nombres de grandes abogados adornan las calles de la ciudad, si bien nunca expresando su oficio, el de Abogado, sino sólo el nombre u otra condición como la de escritor o poeta. Incluso algún insigne abogado da nombre a un Colegio, siquiera debamos pensar que el motivo sea debido a su condición de escritor y no a la de Abogado. Alguien que, colegiado en 1935, escribió que la Abogacía es “la fuerza de choque, la que lucha en vanguardia, la infantería del Derecho”.
Muchos otros Abogados ejercieron como Presidente de la Diputación Provincial o como Alcalde del Ayuntamiento de la capital y de otras poblaciones de la provincia.
Grandes personas de nuestra provincia ejercieron la profesión y la dignificaron. Intento no citar a ninguno de ellos, ni de ellas, porque lo merecen todos y es preferible no preterirlos. Sus descendientes, todos nosotros, asumimos su honroso legado y nuestra obligación de corresponder a la enorme responsabilidad que nos dejaron: seguir sirviendo a la ciudadanía y defender sus legítimos derechos.
Desde que se tiene conocimiento de su existencia y hasta la legitima decisión del Ministerio de Justicia de que desalojásemos sus instalaciones, en 2022, ayer construidas en el convento de San Agustín y después sobre su solar, el Colegio y la Audiencia Territorial, y luego el Tribunal Superior de Justicia, habitaron bajo el mismo techo. Este año de 2024, tras las sucesivas y rigurosas mudanzas y obras, el Colegio tiene casa propia, en la peatonal calle de los Caldereros, y se dispone a inaugurarla con la primera de todos nosotros, la Presidenta de la Abogacía Española.
Sin duda esa sede propia, financiada y mantenida por los profesionales de la Abogacía de la Provincia, remarca y define la libertad e independencia de todos nosotros. La misma Abogacía que, ante las mínimas retribuciones del Ministerio de Justicia, financia realmente el derecho a la Justicia de los ciudadanos que no disponen de medios para defender sus derechos y libertades. La misma Abogacía que sirve y ampara a los más desfavorecidos.
Cuando se creó la Audiencia Territorial, su regente escribió que nuestra ciudad carecía de todo lo preciso para ese grande objeto, pero destacó los méritos de sus habitantes y los de los demás pueblos de la provincia.
Hoy la Abogacía, gracias al esfuerzo de todos los que nos precedieron desde entonces, aporta algo más a la provincia que de todo carecía: una casa para la defensa de sus derechos y libertades, una oficina de derechos humanos, un lugar para el debate y la concordia.
Y dentro de otros ciento noventa años, como desde hace muchos siglos, no me cabe duda que la Abogacía seguirá sirviendo denodadamente, sean cuales sean los problemas y dificultades que nos encontremos en el camino, a los titulares de los derechos y libertades de que disfrutamos: la ciudadanía.