Opinión

Respeto

La firma de opinión del abogado, decano del Colegio de Albacete y Presidente de la Comisión de Deontología del Consejo de la Abogacía Española, Albino Escribano

Albino escribano, decano del Colegio de la Abogacía de Albacete / Cadena SER

'Respeto', la opinión de Albino Escribano

02:17

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Toda persona es digna de respeto, y es obligación de las demás apreciar y valorar esa idea fundamental, de modo que sus actuaciones no vulneren el escudo básico de dignidad humana.

Desgraciadamente, la apreciación personal del respeto es muy subjetiva y variada.

Existen ejemplares de ser humano que, por regla general, faltan al respeto cada vez que se mueven. Dentro de esta especie, existe “el ser sincero”, el que lleva por principio declarativo la frase “yo siempre digo lo que pienso”, como si esa idea fuera eximente de su natural indigencia mental. Cabe plantearse si el que dice siempre lo que piensa, piensa lo que dice, o, alternativamente, si esa suficiencia personal supone una auto atribución del ministerio de la verdad, lo cual tampoco le justificaría. Lo normal de estos pensadores infalibles es que no sólo falten al respeto mínimo, sino que directamente insulten a los demás.

Algunos individuos de este tipo, los más absurdos, incluso presentan otra característica cuando alguien les hace notar que mejor que piensen para dentro: su condición de víctima. Y eso sí que es ya digno de estudio. En realidad, son verdaderos filántropos: les encanta dar, pero les molesta recibir.

Desde el punto de vista pasivo, existe otra especie de ser humano que, más allá de su legítimo derecho al respeto, exige un mayor grado de consideración en base a su propia valoración personal, basándose exclusivamente en esa idea, “porque yo lo valgo”, o en su posición social o laboral. Si esa exigencia a los demás se basa en la propia consideración subjetiva, del mismo modo cabe atender su reivindicación, subjetivamente. Y lo mismo cabe decir de aquellos que piensan que son una persona distinta de un día para otro en base a un hecho que, a su parecer, les coloca en otra escala de la evolución humana. Normalmente siguen siendo los mismos, o incluso peor, que antes de ese hecho.

He tenido la oportunidad de conocer a personas verdaderamente importantes por sí mismas, que han aplicado sus dotes naturales a la mejora de la sociedad en la que viven. Y, según mi escasa experiencia, puedo asegurarles que lo que mejor les define es su sencillez, su falta de afectación. Parece guiarles la idea de que el respeto a si mismos prevalece sobre lo que los demás, por diversas causas, puedan pensar. Y, siguiendo un principio estoico, no dejan que la opinión o los hechos de terceros, acertados o equivocados, les afecten. Pueden explicar perfectamente, de un modo natural, la mayoría de circunstancias, sin apelar, que es lo que en el fondo late, a un status de víctima, cuando no de complejo de inferioridad.

Todo ser humano es importante y merece respeto. Otra cosa es establecer sus términos. Y es importante tener presente que los demás, aunque nos cueste, también son seres humanos.

 
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