Opinión

Vía libre

La firma de opinión de la investigadora y decana de la Facultad de Medicina de Albacete, Silvia Llorens

'Vía libre', la opinión de Silvia Llorens

'Vía libre', la opinión de Silvia Llorens

03:43

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Decía el filósofo Carl Jung que la vergüenza es un regulador del comportamiento humano en sociedad, una constatación de la mirada del otro sobre nuestros pensamientos y acciones.

El origen de la palabra vergüenza está vinculado con las ideas de ‘prudencia’, ‘cautela’ y ‘respeto’.

La vergüenza, junto con la compasión, la solidaridad, la empatía, la culpa, la lástima, el orgullo, la admiración, la envidia o el desprecio, forma parte del conjunto de nuestras emociones colectivas o sociales. Se definen como sociales porque se sienten en función del otro, de otra persona o de una situación concreta. Estas emociones son necesarias para la supervivencia y la convivencia de una comunidad, y se contagian, al igual que se nos contagia un bostezo cuando vemos a alguien bostezar.

¿A qué se debe que estas emociones se contagien? Se debe a las neuronas espejo. Se trata de un grupo de neuronas que, además de activarse mientras un individuo ejecuta una acción, lo hace cuando observa a otra persona efectuando una actividad e incluso cuando se imagina a sí mismo ejecutándola. Fueron descubiertas hace ya más de tres décadas y están relacionadas con los comportamientos empáticos, sociales y de imitación.

Estas neuronas también coordinan la emoción de la vergüenza y de sentir vergüenza ajena. Por ejemplo, yo misma sentiría vergüenza ajena si un político X quisiera presentarse a unas elecciones, pongamos al parlamento europeo, para obtener inmunidad por tener varias presuntas causas judiciales pendientes. Esas neuronas funcionan de manera que nos trasladarían al interior de la persona responsable de este acto tan perjudicial para el bien común, y nuestro cerebro emocional experimentaría la vergüenza del engaño.

Hoy día se vive en la sociedad de la transparencia. Esta palabra utilizada para evitar fraudes, corrupción etc. se está ampliando a todos los ámbitos, incluso a que “ser uno mismo” también es indicativo de transparencia. Esta situación puede confundir y llevada al extremo, algunas personas bajo el amparo de la transparencia lanzan impunemente opiniones nada respetables, sin ningún principio moral, sin valores y, sin rumbo ético, desvalorizando y apartando la vergüenza de sus vidas y apareciendo en las nuestras la vergüenza ajena.

Por desgracia en este caso, las neuronas espejo funcionan bien en los seguidores del político del ejemplo, sus neuronas espejo se activarían y lo podrían imitar, con el peligro que eso conllevaría para una sociedad cívica basada en el respeto. Sin embargo, las neuronas espejo, como el espejo, no son transparentes, sino que reflejan.

Se podría decir que el político del ejemplo hubiera perdido las neuronas espejo que le dejarían “sin vergüenza”, con dos palabras, pero yo me inclino más a pensar que ese político de nuestro ejemplo, es una persona a la que las consideraciones morales le son indiferentes y que consecuentemente, debería ser objeto del descrédito general, lo que viene siendo la definición de un sinvergüenza, con una sola palabra.

Este es mi último podcast de la temporada, por lo que aparte de desearles un buen fin de semana, también les deseo que pasen un buen verano.

 
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