Raúl del Pozo rememora su juventud en Cuenca, "la ciudad más bella del mundo"

Cuenca

El Grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España y la editorial Tintablanca han promovido la edición de quince libros, uno por cada ciudad del grupo, firmados por grandes figuras del mundo de las letras e ilustrados por reconocidos artistas actuales.

El de Cuenca se llama La primera Manhattan, título que le ha puesto el periodista y escritor conquense Raúl del Pozo, que firma el texto, y está ilustrado por el artista sevillano Miki Leal, un experto en la abstracción conquense que ha influido en su trayectoria.

En el texto, Raúl del Pozo ha vuelto a la Cuenca de su niñez y juventud donde aprendió el idioma español, dice, y donde sintió el peso de la historia al asomarse a las hoces. Cuenca es la Manhattan medieval, la primera ciudad de España que asumió la modernidad antes incluso de que esa palabra tuviera algún significado en este país. No tiene mar, a pesar de que Castilla haya pasado su historia anhelando las olas y el agua salada. Tiene dos ríos que ciñen a la ciudad por la cintura, leemos.

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La ciudad más bella del mundo

“Es asombroso. Para hacer la ciudad inexpugnable, ya que estaba rodeada por dos ríos y había muy poco espacio, la hicieron hacia arriba como los rascacielos. De ahí las casas colgadas”, dice Raúl del Pozo que recuerda que, en la presentación de estos libros el pasado 12 de septiembre en el Instituto Cervantes de Madrid, el alcalde de Tarragona le afeó que dijera “que Cuenca es la ciudad más bella del mundo”. “Para mí lo es”, reitera.

“También dije que Cuenca tiene el mejor idioma castellano del mundo”, añade el veterano periodista, “y eso es algo que me dijo a mí en una entrevista ni más ni menos que Dámaso Alonso cuando yo escribía en el periódico de Cuenca. Me dijo que en la sierra de Cuenca están las palabras más bellas del idioma castellano, lo dijo el director de la Academia”.

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A Cuenca solo le falta el mar

Raúl del Pozo vivía en La Torre y hacía el trayecto de ida y vuelta a la escuela de Mariana, “cuarenta y cinco minutos andando”, recuerda, “con el frío de los inviernos. Yo creo que por eso duro, por el ejercicio que hice y el frío que pasé”.

El recuerdo que tiene de llegar a la ciudad de Cuenca en los años de su infancia es que “bajaba en bicicleta desde La Torre donde yo dormía con el maravilloso rumor del río y me sorprendió muchísimo porque al bajar por las hoces me parecía el paraíso. A Cuenca solo le falta el mar. Es una ciudad bellísima. Yo era el rey del mundo bajando en bicicleta por la hoces, esa sensación prodigiosa nunca se me olvidará. Atravesábamos los rebaños con perros con collares de hierro. Era como el far west. Recuerdo aquella época extraordinaria, cuando robábamos melones y cerezas y era una gran aventura la niñez. Cazábamos conejos con cepos y hacíamos cosas ilegales, pero para sobrevivir”, dice sobre una Cuenca que reflejó muy bien en su novela El reclamo.

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El periodismo

“Siempre quise ser periodista”, dice. “Yo admiraba mucho a los periodistas y a los escritores y fui amigo de Ruano, de Cela, de los grandes. Y moriré con las botas puestas y la pluma en la mano. Ahora es muy fácil escribir porque las redes sociales te lo dan todo, están aventajando incluso a la tele. Solo la radio sobrevive”.

Si tuviera que dejarle algún mensaje al Raúl del Pozo que en su juventud quería ser periodista “le diría que en aquel tiempo era el mejor oficio del mundo porque luchábamos contra la censura, contra todo, y ahora ya no lo es”, dice. “Las redes sociales le están aventajando y los periodistas están peor pagados que nunca. Hay gente que escribe reportajes extraordinarios por 50 euros”.

“El periodismo está cumpliendo con su deber democrático y es uno de los poderes que respeta el estado de derecho y que critica con fuerza las barbaridades o las estupideces que pueden hacer los Gobiernos en general. Denunciamos la corrupción y el terrorismo de Estado en su momento y ahora denunciamos la tendencia a la autocracia que hay en el sanchismo. El periodismo es más útil que nunca”, añade.