Cuidado con la paloma, que me han dicho que no es tan mona...

Toledo

Se dice de ellas que son las ratas del aire y con razón. Estas aves son portadoras de numerosas enfermedades contagiosas y cuando su población se multiplica se convierten en un problema de salud pública. Su presencia masiva lleva años generando problemas en la ciudad de Toledo. Problema que aumenta en el Casco Histórico de la ciudad porque tienen a instalarse en edificios abandonados.

Toledo lleva arrastrando esta problemática durante décadas y, a pesar de haber tenido en ocasiones a una empresa encargada de su control, el trabajo no da los frutos deseados por muchos de sus vecinos. Conviven en el día a día con los excrementos, los restos de plumas, el olor y hasta los propios animales muertos.

Un asunto que, admiten, lleva "toda la vida" pero que empeoró desde la pandemia. El confinamiento hizo que hubiese menos movimiento en las calles y las palomas las hicieron un poco más suyas. Suelen tener atracción por los edificios deshabitados pero en el Casco Histórico son tantos, que ya no llegan a distinguir entre una vivienda habitada o no.

Más allá de la suciedad que generan, son un problema grave para la salud pública: portan enfermedades infecciosas, dañan el patrimonio arquitectónico, inhalar el aire de allá donde estén puede ocasionar problemas respiratorios, las heces de las palomas pueden hacer que las superficies se vuelvan resbaladizas y ocasionar accidentes.

Por si fuera poco, son un riesgo para el patrimonio arquitectónico. Ellas no se fijan en los monumentos y, de hecho, ni los respetan. Al final, se acaban gastanto elevados presupuestos en campañas de restauración. Más aún en una ciudad Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Pero, ¿cómo se puede ponerle fin a este problema? Desde pinchos que impiden que se posen, hasta suelta de halcones o piensos anticonceptivos para reducir el número. Soluciones que parecen no llegar en la ciudad de Toledo.