Opinión

Abandono

Quien abandona a cualquier otro compañero de viaje vital, no tiene conciencia ni dignidad ninguna

La mirada de Toledo: Abandono (17/10/2024)

Toledo

Buenos días nos dé Dios, don Carlos.

En esta ocasión voy a cambiar el tercio en cuanto a la temática habitual o en cuanto a lo que tal vez se podría esperar de esta sección de los jueves. Pero tú, amigo Carlos, que sabes muchísimo más de periodismo que yo, del mismo modo sabes que la actualidad manda y en este caso «mi particular actualidad» es la que manda.

Todo esto viene porque recientemente en una gasolinera de la provincia de Toledo me comentaron que habían abandonado a un perro… un precioso galgo atigrado. Después de repostar y de maldecir en distintos idiomas, no pensé en leyes, en política, etc. No. Recurrí al gran faro intelectual de Occidente durante la Alta Edad Media, San Isidoro de Sevilla —fuente de consuelo para mí en infinidad de ocasiones—, y recordé lo que dice sobre los perros en su enciclopédica obra Las Etimologías:

«Son también los únicos animales que atienden por su nombre; aman a sus dueños, cuyas casas defienden; por sus amos se exponen a la muerte; con ellos van de buen grado a la caza; y los hay incluso que no abandonan el cuerpo muerto de su dueño. Este último rasgo de su carácter no puede encontrarse fuera de los hombres» (edición BAC). Simplemente genial. También pensé en lo que dice el gran sabio sobre el gato como animal: «…tiene una visión tan aguda que, con el fulgor de sus ojos, supera las tinieblas de la noche». Igualmente maravilloso.

Y es que me pregunto otra vez… ¿qué puede llevar a una persona a abandonar a un animal en general o a un animal de compañía en particular? Rehúyo el término de mascota porque no me convence y no me llena. Sinceramente, no puedo entender qué puede llevar al abandono. Por mucho que le doy vueltas, mi cabeza no da para ello. En cambio, hay una cosa a la que siempre llego a modo de conclusión y es que me encantaría decirle a la cara a aquel que abandona a su perro, a su gato o a cualquier otro compañero de viaje vital, que no tiene conciencia ni dignidad ninguna, que, y no lo digo de broma ni de manera pedante, ojalá el ilustre San Isidoro pudiera cantarle las cuarenta como Dios manda. Es más y como ya he dicho en otros foros, le diría a todo aquel que ha abandonado o tiene previsto abandonar: no quiero saber nada de ti y, ante todo y por encima de todo, no eres de los míos, no eres de los nuestros.

Daniel Gómez Aragonés

Historiador, escritor y colaborador de SER Historia...