Trabajar y seguir pobre
La firma de opinión de la catedrática de Trabajo Social de la Universidad de Castilla-La Mancha, María José Aguilar
'Trabajar y seguir pobre', la firma de María José Aguilar
Albacete
Desde hace medio siglo, existe la creencia generalizada de que para no ser pobre hay que trabajar. Que tener trabajo es la receta para “salir de pobre”.
Esta no es solo una idea generalizada en la sociedad, es que los gobiernos llevan décadas haciendo políticas que se basan en esa idea de que la inserción laboral es la receta contra la exclusión social. Que, como dice el PP y hace el PSOE, la mejor política social es crear empleo.
Y nada es más falso que esa idea. Una creencia falsa porque la realidad desmiente de forma tozuda y persistente, digan lo que digan los gobiernos de turno.
¿Cómo se explica que siga habiendo tantas personas pobres cuando el empleo es más alto que nunca, cuando aumenta el salario mínimo y se reduce el empleo temporal?
Pues porque tener trabajo legal, con contrato, no garantiza salir de la pobreza. El reciente informe de Oxfam/Intermón muestra con datos que en España hay casi tres millones de trabajadores que, a pesar de tener empleo legal -con contrato o como autónomo-, viven por debajo del umbral de pobreza. Casi medio millón más que hace dos años.
El título de ese informe refleja muy bien la situación, Pobreza laboral: cuando trabajar no es suficiente para llegar a fin de mes.
Y entre los trabajadores pobres, los más pobres siempre son los más vulnerables, lo de más abajo, los inmigrantes, que ocupan los peores puestos del mercado laboral, en la agricultura y el trabajo doméstico.
Seguramente haya quien diga que no ve tantos pobres en la calle… claro, porque las personas que viven en la calle son solo quienes sufren pobreza extrema. Pero pobres hay muchos más: pobres son quienes a pesar de tener un empleo no llegan a fin de mes, los que tienen que elegir entre comer o encender la calefacción, los que no pueden ir al dentista, ni irse de vacaciones, los que no pueden hacer frente a ningún gasto imprevisto, los que caen si no les echa una mano la familia, los que no pueden alquilar una vivienda y se ven obligados a compartir piso o vivir en zulos, los que tienen que recurrir a alguna de las míseras ayudas públicas… Como el infame Ingreso Mínimo Vital, que tan mal ha gestionado -y sigue gestionando- el gobierno autodenominado más progresista de la historia. Una prestación, como tantas otras, que lo que hace es estigmatizar a la gente pobre, cuyo laberinto burocrático -en lugar de ayudar- castiga a quienes más lo necesitan. Y no lo digo yo, lo dice la AIRef, lo dice el Defensor del Pueblo, lo dicen ya algunos tribunales en sentencias que dan la razón a quienes el gobierno está reclamando injustamente, mezquinamente, que devuelvan pagos que la propia administración les hizo.
Como dice Isaac Rosa, “es triste pedir, pero más triste es trabajar”. Y es que ya no funciona eso de “trabaja y saldrás de pobre”, o “trabaja y podrás independizarte”, “trabaja y tendrás tu propia casa”, o “trabaja y sacarás adelante a tu familia”… Lo que está fallando es el trabajo, no los pobres.
Cada vez nos acercamos más a la Edad Media, donde se combatía a los pobres y no la pobreza. La promesa que los estados de bienestar del siglo XX nos hicieron de combatir la pobreza y reducir la desigualdad cada vez es más lejana. Si es que alguna vez fue cercana. Que, en España, ya les digo yo que nunca lo fue.
Hoy por Hoy Albacete (21/10/2024)