¿Hemos perdido los modales?

Toledo

Recientemente, me he mudado de casa. Soy una de esas pocas afortunadas en la vida que encuentra el amor y, lo más importante, se “casa” con el banco durante 30 años. Lo que he observado es que, en realidad, da un poco igual cambiarse de barrio o de ciudad, porque la gente ya no es como antes.

¿A qué me refiero? Pues que, a no ser que vivas en un chalet o en una casa independiente, tus vecinos formarán parte de tu hogar. No porque seas alguien altruista o que le guste tener una casa que parezca la de “Los Serrano”, sino porque ahora parece normal hablarse a voces, usar palabras malsonantes y poner la música tan alta que parece que estás en una rave en tu propio salón.

¿Dónde ha quedado el ponerse en el lugar de los demás y no dar por hecho que, como tú madrugas, el resto también? ¿O si a quien tienes al otro lado de tu pared no le apetece escucharte? O simplemente, si tu perro se hace pis en el rellano o en la puerta del portal, limpiarlo.

Allá por 2020 se escuchaba mucho lo de “esta pandemia nos hará mejores”, pero lo único que nos ha dejado es una sociedad totalmente egoísta, que busca la inmediatez en absolutamente todo y que ahoga sus penas en ansiolíticos y alcohol.

Prueba de ello es ver cómo conducimos. No dejamos que los coches se incorporen, aun estando el carril izquierdo vacío. Algo que ello nos lleva tan solo un segundo y a la otra persona puede causarle un accidente de tráfico. Tampoco dejamos salir a los coches del aparcamiento, y si un coche para motu proprio en un paso de cebra para dejar pasar a los viandantes, parece más un milagro que otra cosa.

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En definitiva, ya que no queda mucho para la Navidad y parece que es la única época en la que, al menos en teoría, somos empáticos, generosos y altruistas, propongámonos ser así durante todo el año. Tanto dentro como fuera de nuestros hogares, seamos personas que hagan la vida más fácil a quienes nos rodean, y esa bondad nos será devuelta.