Opinión

Lecciones para aprender

La firma de opinión de la catedrática de Trabajo Social de la Universidad de Castilla-La Mancha, María José Aguilar

Maria Jose Aguilar

Albacete

Hace cuatro años tuvimos la oportunidad de aprender una importante lección que, sin embargo, decidimos ignorar u olvidar: que el coronavirus es una de las cosas que ocurren cuando ignoras a la ciencia. Los científicos llevaban décadas alertando al mundo de que ese tipo de pandemias se iban a producir y que era preciso tomar medidas para evitarlas. No solo no aprendimos la lección, sino que aparecieron hordas de negacionistas criticando a científicos y sanitarios.

Los científicos llevan también muchos años alertando al mundo y a los gobernantes, de las consecuencias catastróficas del drástico cambio climático que genera nuestra manera de producir y consumir depredadora, egoísta e insostenible. La respuesta de nuestros gobernantes ante estas nuevas advertencias científicas, ha sido encarcelar a quienes arrojaron agua de remolacha a las leonas del congreso para llamar la atención frente a la indiferencia generalizada.

En estos días de desastre con centenares de muertos, daños materiales asombrosos y miles de familias que lo han perdido todo, los gobernantes responsables de la gestión ambiental y en emergencias que tendrían que, en lugar de negar la ciencia, haberla aplicado para prevenir el desastre y evitar gran parte de lo sucedido, lo que hicieron fue quitarle importancia a las alertas científicas, mirar para otro lado y regodearse en su ignorancia. Que es tan grande como nefasta está siendo su gestión de la catástrofe.

Cuando ocurren grandes catástrofes que conmocionan a toda la sociedad, suelen aparecer lo que Rebeca Solnit ha llamado “paraísos en el infierno”. Desbordes de solidaridad y ayuda mutua que, en el caso de las personas voluntarias que están acudiendo a echar una mano a las zonas de desastre, son desde luego el contrapunto moral de la indignidad de un gobierno, el de la Generalitat Valenciana, tan indigno como ignorante, tan prepotente y soberbio como inútil, tan irresponsable como incompetente.

El colmo de su gestión desastrosa ha sido pedir a los voluntarios que se vayan y priorizar la visita de los reyes en lugar de limpiar el caos. No debería extrañarnos que ayer en esas calles llenas de lodo les gritaran asesinos.

Tenemos que centrarnos en lo inmediato y urgente. Pero sin olvidar pedir responsabilidades a quienes pudieron y debieron alertar del riesgo y no lo hicieron. Y debemos aprender de una vez por todas que, como nos recuerdan nuestros mejores expertos Juan Bordera, Antonio Turiel y Fernando Valladares: “tenemos unos modelos e infraestructuras para un clima que ya no existe. Y unos protocolos de gestión de conflictos y de coordinación de efectivos, para un contexto que tampoco existe ya”.

Ahora solo faltaría que saliera alguna extremista de la derecha, diciéndonos que “se iban a morir igual”. Ojalá, y esta vez sí, aprendiéramos todos la lección. De la solidaridad y de la ciencia.

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