El cine del barrio

Talavera de la Reina

Hacía más de dos décadas que no paseábamos juntos por Talavera. Una ciudad que, en su momento, fue nuestra. Como lo son las ciudades cuando tienes 20 años: vibrantes, emocionantes, sin prejuicios.

Al pasar por el cine Calderón le digo: ¿Sabes que tardé muchos años en ver el final de Titanic? Seguro que no recuerdas que me quedé dormido sobre tu hombro cuando fuimos a verla.

Ahí sigue el eterno cartel de La Purísima. Y aunque algunos rótulos persisten, nada es como antes: ni la calle, ni la papelería, ni los bares. Ni aquella plaza, ahora invadida de coches, en la que aguanté las lágrimas al salir de otra película en una noche en la que el corazón dolía de esa forma tan única de la juventud.

Leo que hay un proyecto para rehabilitar ese espacio cargado de memoria, tanto personal como colectiva. Un lugar que, además, guarda los restos, espero que a buen recaudo, del antiguo convento de los Franciscanos Descalzos del siglo XVII.

Ojalá sea un proyecto real, uno que vertebre el barrio. Estos días hemos comprendido cuánto necesitamos barrios que puedan sostenernos. O como dice Sarah Babiker: ‘En los barrios están las semillas de cualquier revolución posible.’ Esta vez prometo no quedarme dormido.