Clima e historia
La Historia toledana nos ofrece episodios muy llamativos que si fuesen trasladados a la actualidad, también llenarían las portadas de muchos noticiarios
La mirada de Toledo: Clima e historia (14/11/2024)
03:47
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1731584865897/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Toledo
Buenos días nos dé Dios, don Carlos.
En estas últimas semanas de abundantes lluvias me ha dado por pensar cómo en otros periodos de la Historia de nuestra querida Ciudad Imperial, se enfrentaban a las distintas inclemencias meteorológicas. Por esa razón, me he ido a un siglo fundamental en la Historia de España, el XVI, a la par que una centuria «muy toledana»: Isabel la Católica, el cardenal Cisneros, Juana I, los comuneros de Castilla, Carlos V, la Ciudad Imperial, Garcilaso de la Vega, Felipe II, el traslado de la Corte a Madrid, Santa Teresa de Jesús, Miguel de Cervantes, Juanelo Turriano, la Contrarreforma y mucho más.
La cuestión es que simplemente raspando un poquito de nada, la Historia toledana nos ofrece episodios muy llamativos que si fuesen trasladados a la actualidad, también llenarían las portadas de muchos noticiarios. La ciudad de Toledo estaba marcada meteorológicamente por algo que nos suena mucho: inviernos fríos y veranos muy cálidos, épocas de intensas lluvias con periodos de sequía.
Así, una fuente fundamental para conocer muchos aspectos de Toledo en el siglo XVI, el cronista Sebastián de Horozco, con motivo de abundantes lluvias, recoge de la siguiente manera cómo el río Tajo vio crecer en demasía su cauce: «Y vino tan alto y tan creçido que fue cosa de ver. Sobre todos los molinos de la rivera. Y cubrió todos los sotos y güertas. Y hizo en todo grandíssimo estrago, porque derribó infinitas casas de sotos y güertas y molinos y batanes y casas de molinos que muy poco dexó enhiesto por donde llegó». Pero si las precipitaciones descontroladas condicionaban la vida de los toledanos de hace casi quinientos años, lo mismo sucedía con las grandes heladas como aquella del año 1536 que permitió cruzar el cauce del río Tajo de una orilla a otra (¿te imaginas esto ahora, amigo Carlos?) o con nevadas casi al más puro estilo Filomena como aquella que cubrió nuestra bella ciudad en el año 1560 y que generó un gran descontento entre los miembros de la corte de Felipe II, lo que se sumaba a otras complicaciones y vicisitudes que aumentaban la animadversión entre los cortesanos con respecto a Toledo, pero de eso ya hablaremos otro jueves. Ah, y no me quiero olvidar del otro extremo, las sequías. Si hemos dicho que en el año 1560 cayó una gran nevada, el año 1561 quedó marcado por una prologada sequía de la que el cronista Sebastián de Horozco dice lo siguiente: «Este año de 1561 fue tan seco que los que a la sazón eran vivos nunca tal vieron porque llovió muy poco en todo él. Y muchos ríos se secaron del todo e infinitas fuentes y los ríos cabdales llevaban muy poca agua. Tajo por esta çibdad de Toledo venía tan baxo y tan vazío que por qualquiera parte se pasava a pie…». Y fíjate que dice algo muy similar para la sequía sufrida tan sólo seis años después.
Pues bien, después de ver este breve muestrario meteorológico del siglo XVI toledano, me reafirmo una vez más en otra de esas máximas que siempre me acompañan y que siempre me gusta compartir: la Historia es maestra de vida.
Buenos días.
Daniel Gómez Aragonés
Historiador, escritor y colaborador de SER Historia