Que la DANA no traiga la antipolítica
La firma de opinión del historiador y catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Castilla-La Mancha, Manuel Ortiz
'Que la DANA no traiga la antipolítica', la firma de Manuel Ortiz
04:18
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1731589350352/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Albacete
Se cumplen ahora 35 años de la caída del muro de Berlín, el final de la guerra fría. Apenas hemos tenido tiempo de recordarlo entre el triunfo de Trump y la conmoción por los efectos de la DANA en el sudeste español.
La Depresión Aislada en Niveles Altos del 29 de octubre ha causado más de 200 muertos en la provincia de Valencia, masacró carreteras y vías férreas, destrozó más de 100.000 vehículos, 20.000 viviendas, 5.000 comercios y 1.500 industrias. Afectó a casi 80 municipios. En nuestra provincia el daño causado en Letur ha sido también inmenso. La mayor catástrofe hidrológica en España se produjo en septiembre de 1962, en la comarca catalana del Vallès Occidental, y se saldó con un millar de víctimas mortales. Cayeron más de 200 litros por metro cuadrado en tres horas, lejos de los más de 600 de ahora. Mi colega Justo Serna señalaba que de 1321 a 1957 hay contabilizadas en Valencia más de 20 avenidas/riadas letales: la primera en 1328, y dos muy recientes, en 1949 y 1957, por el indebido asentamiento de poblados o barrios de chabolas de inmigrantes pobres, por cierto. Y todavía se recuerda el desbordamiento del río Júcar y la rotura de la presa de Tous en 1982 que causaron 38 muertos y la evacuación de cien mil personas. Muchos valencianos crecieron con el miedo a las tormentas otoñales.
Hubo otros episodios similares antes. El más reciente, en septiembre de 2019 en las comunidades de Castilla-La Mancha, Valencia, Murcia y Andalucía dejó a su paso siete muertos. La Agencia Valenciana de Seguridad activó el protocolo por inundaciones tres días antes de la amenaza de lluvias pronosticada. Esto demuestra que la política y los políticos son la solución siempre y cuando actúen con preparación y acrediten la imprescindible preocupación. Pero, no todos son iguales, aunque muchos quieran confundir y enfangar con el “todos son la misma mierda”. Todo ello apoyado en el conocimiento científico que, como en este caso con la AEMET, nunca falla y es la mejor garantía.
Apenas podemos juzgar a VOX porque todavía no ha tenido que afrontar crisis desde el gobierno y sólo conocemos su faceta de manipular e intoxicar con mentiras y estrategias antisistema. Sin embargo, sí podemos recordar cinco casos recientes, entre 2001 y 2006, del Partido Popular en el gobierno: crisis de las vacas locas, Prestige, Yak-42, atentados de Atocha o accidente del metro de Valencia. En todos ellos se mintió y ocultó información, se despreció el criterio de los expertos y no se reconocieron errores, se utilizó a los medios de comunicación afines para defender la mala gestión y se acabó por politizar los problemas y utilizar a las víctimas, como las del terrorismo, con un pésimo balance para las instituciones y la política.
A corto plazo era imposible contener lo de ahora porque no hemos hecho caso a los científicos que vienen advirtiendo de las nefastas consecuencias del cambio climático. Este sigue siendo objeto de controversia sociopolítica y muchos se niegan todavía a reconocer que es una teoría científica contrastada. Se podrían haber tomado medidas para evitar algunos destrozos y, sobre todo, para evitar la pérdida de vidas humanas, con una simple alarma a tiempo. Precisamente, la democracia y la cultura política que la sostiene poseen recursos para depurar responsabilidades. Dimitir es de sabios y ahora toca.
Ha tenido mucho éxito en redes sociales el eslogan de que “solo el pueblo salva al pueblo”, una patraña con aparente buena intención y romanticismo que sólo sirve para deslegitimar a quienes cumplen su papel. Es patrimonio de los populismos que llevan a la ultraderecha al poder. Guardias civiles, policías, bomberos, sanitarios, alcaldes como el de Utiel y rectores no son “pueblo”, son funcionarios del Estado que cumplen su misión. Así, hay que defender el músculo del Estado y desmentir a las corrientes populistas de ultraderecha que tratan de convencer a los ciudadanos de que España es un Estado fallido y los impuestos no sirven para nada. Hay que conocer la ley y si esta no sirve cambiarla. Una vez más, el cortoplacismo, los bulos y la desinformación que genera odio nos impiden ser más certeros con nuestros recursos y gestionar mejor nuestras amenazas.