Caminar por Toledo es...

Toledo

Buenos días nos de Dios, don Carlos.

Me vas a permitir que hoy me ponga un poco poético y es que hay pocas cosas en esta vida como pasear por Toledo…es simplemente a la par que complejamente fascinante, es simplemente a la par que complejamente inspirador y es simplemente a la par que complejamente evocador. Da igual el momento, mañana, tarde o noche, aunque en el caso de la noche, con su oscuridad y tranquilidad —aunque no siempre es así pero de eso hablaremos otro jueves— pertenece ya a un nivel superior.

Si paseas por Toledo y no sientes algo especial, y sé que esta frase la utilizo muchísimo, hay que hacérselo mirar de alguna manera porque hay algo que falla. Me atrevería a decir que el hecho de pasear por el Casco histórico de Toledo tiene un componente terapéutico. La magia de la ciudad de Toledo, de su Casco histórico o Casco antiguo, es única e incomparable. En estos tiempos posmodernos, descreídos, desenraizados en los que vivimos, el poder disfrutar de Toledo, el poder tener a Toledo, el poder vivir en Toledo, el poder amar a Toledo resulta algo sublime y formidable. Creo que, sinceramente, debemos estar profundamente agradecidos y bendecidos por ello.

Y como bien sabes, amigo Carlos, me gusta siempre incluir cada jueves en esta pequeña sección un argumento de autoridad que refuerce lo dicho por mi humilde persona. En esta ocasión no vamos a recurrir a San Isidoro de Sevilla y vamos a irnos con una persona con un profundo vínculo con Toledo. Decía así el profesor Gregorio Marañón:

«Todo lo que se cuenta que ocurre en los recodos de las callejuelas toledanas, en sus cobertizos, en sus claustros, en sus subterráneos mitológicos, en sus palacios, en las orillas de su río, todo pasó o no pasó, pero todo pudo pasar».

Buenos días.