La memoria del trauma: cómo afecta la violencia de género a las víctimas
Cómo mantener la salud tras la violencia de género: la psicóloga especialista Bárbara Zorrilla, responde
La memoria del trauma: cómo afecta la violencia de género a las víctimas
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Cuenca
Coincidiendo con la semana en la que se celebra el Día para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, en el espacio de radio Escuela de Salud, que coordina Beatriz Hernández, y que emitimos los miércoles cada quince días en Hoy por Hoy Cuenca, respondemos a la pregunta: cómo mantener la salud tras la violencia de género. Y lo hacemos con Bárbara Zorrilla Pantoja, psicóloga experta en Psicología Forense y Victimología y experta en Psicología Social.
Bárbara Zorrilla tiene una experiencia de 25 años en la Red Integral de Violencia de Género de la Comunidad de Madrid, es fundadora de Psicoterapia Integral Mujer y directora del Centro de Psicoterapia Integral que lleva su nombre. Colaboradora habitual medios de comunicación y es docente y formadora con distintos colectivos en materia de igualdad, prevención y tratamiento de la violencia de género en ámbitos universitarios, colegios profesionales, administración pública, recursos sociales y asociaciones.
Tipos de violencia
Nos preguntamos en primer lugar ¿qué tipos de violencia existen? ¿Física, psicológica, sexual, económica? “Existen diferentes tipos de violencia que varían en impacto según su naturaleza y el tiempo de exposición”, explica Zorrilla. “La violencia psicológica es la más común y la primera en aparecer en relaciones abusivas. Actúa como precursora de formas más graves de violencia, anulando la capacidad de reacción de la víctima y generando dependencia emocional. En una escalada, pueden surgir la violencia física y la sexual, esta última frecuentemente no reconocida por las víctimas en relaciones afectivas”.
“También existen otras formas de violencia, como la económica, que restringe los gastos y controla las finanzas, y la social, que aísla a la víctima al privarla de interacciones externas”, añade esta psicóloga. “Por último, la violencia ambiental incluye la intimidación a través de destrozos, ruidos o golpes a objetos, enviando un mensaje de amenaza indirecta. Todas estas formas son estrategias del maltratador para ejercer control y generar miedo en la víctima”.
Convivir con el maltratador
“Vivir con un maltratador implica un estado constante de tensión y alerta, incluso sin agresiones físicas inmediatas”, describe Zorrilla. “La imprevisibilidad genera un caos emocional que afecta al sistema nervioso autónomo, manteniendo a la víctima en un continuo estado de alarma. Esta amenaza permanente impacta todas las áreas de su vida: laboral, social, física y psicológica. Las víctimas suelen experimentar somatizaciones como dolores, trastornos del sueño, problemas gastrointestinales y de salud reproductiva. A nivel emocional, se enfrentan a una disminución de la autoestima, dependencia emocional, miedo, vergüenza y culpa, emociones que dificultan pedir ayuda o acceder a la justicia”.
“La estrategia del maltratador de inducir la culpa bloquea aún más a las mujeres, quienes tardan en promedio 8 años y 8 meses en verbalizar su situación, un reflejo de las profundas secuelas psicológicas que la violencia de género deja en ellas”, apunta esta psicóloga.
Efectos a largo plazo
“La violencia de género genera una sintomatología postraumática en las víctimas, con niveles de estrés comparables a los de prisioneros de guerra”, explica Zorrilla. “Sin una atención temprana, estos daños pueden cronificarse, ocasionando transformaciones permanentes de la personalidad. Las mujeres pueden desarrollar desconfianza extrema, incluso hacia sí mismas, y sufrir hiperactivación, sobresaltos, pesadillas y dolores físicos”.
“Dado que la violencia afecta todas las áreas de la vida de la víctima, es necesario un enfoque interdisciplinar para su recuperación, combinando atención en salud mental, asesoramiento jurídico, apoyo económico y social, y un entorno de buen trato”, detalla Zorrilla. “Además, las víctimas enfrentan juicios sociales que perpetúan su dolor, incluso después de fallecer, culpabilizándolas de las agresiones sufridas. Apoyarlas integralmente es clave para superar estas secuelas”.
Estrategias para aguantar
“La culpabilización de las víctimas de violencia de género, cuestionando su ropa, decisiones o motivos para no denunciar, refleja una falta de sensibilización y formación sobre el tema”, apunta esta psicóloga. “Esta actitud dificulta que las mujeres rompan su silencio, temiendo ser juzgadas o no creídas. Los medios de comunicación tienen un papel clave al transmitir mensajes responsables que no cuestionen a las víctimas, fomentando así su confianza para buscar ayuda”.
“Los maltratadores distorsionan la realidad para ejercer control, haciendo que las víctimas se culpen y crean que, cambiando su conducta, podrán detener la violencia, lo cual nunca ocurre”, añade. “Esto anula su capacidad de reacción y refuerza el poder del agresor. Además, la indefensión aprendida surge cuando las víctimas, tras intentar sin éxito detener el abuso, sienten que nada funciona. En casos graves, la disociación aparece como un mecanismo de defensa extremo, separando emocionalmente a la persona de su experiencia traumática, al ser incapaz de procesar que alguien cercano sea capaz de dañarla”.
La memoria del cuerpo y la mente
“El trauma generado por la violencia de género queda grabado en la mente y en el cuerpo, alterando permanentemente la percepción de la realidad, la capacidad de procesar información y de responder ante el entorno”, explica Zorrilla. “Este impacto destruye creencias básicas de seguridad, competencia personal y confianza en los demás, dejando a la víctima con una sensación de vulnerabilidad y fragilidad extrema”.
“Las secuelas incluyen síntomas postraumáticos como recuerdos intrusivos, flashbacks y pesadillas”, detalla. “Incluso estímulos cotidianos pueden desencadenar reacciones intensas, como en el caso de una mujer que se desmayaba al ver un cinturón debido a las agresiones sufridas. Aunque la relación violenta termine, el daño persiste, y es crucial proporcionar atención para ayudar a las víctimas a reconstruir sus vidas”.
Cómo afecta a los hijos
“Los hijos e hijas de víctimas de violencia de género enfrentan diversos problemas emocionales y conductuales”, explica esta psicóloga. “Algunos muestran síntomas externalizantes, como agresividad o trastornos de conducta, que llaman la atención y reciben atención. Sin embargo, los niños más inhibidos, con síntomas internalizantes como retraimiento, depresión o una madurez excesiva, suelen pasar desapercibidos. Estos menores, que asumen responsabilidades adultas para evitar la violencia, son los más desatendidos, a pesar de necesitar urgentemente apoyo”.
“El papel de los profesionales educativos es clave para detectar señales de alarma, ya que los niños reflejan su situación familiar en su comportamiento, lenguaje, juegos o rendimiento académico”, añade. “Es fundamental dotar a los docentes de herramientas para identificar estos casos y proporcionar la ayuda necesaria”.
Paco Auñón
Director y presentador del programa Hoy por Hoy Cuenca. Periodista y locutor conquense que ha desarrollado...